TRECE FÁBULAS Y MEDIA Y FÁBULA DECIMOCUARTA, Juan Benet

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JUAN BENET, Trece fábulas y media y Fábula decimocuarta, Alfaguara, Madrid, 1998, 128 páginas.

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A las trece fábulas y media, acompañadas por ilustraciones de Emma Cohen, se suma, como explica la Nota del editor (p.7), una «Fábula decimocuarta» publicada en la revista El paseante en 1991 y que "es de rigor incluir en la presente edición". En este último caso la autoría de la imagen pertenece a Eugenio Benet.


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FÁBULA QUINTA

   Tentó Dios a Abraham y le dijo: Abraham. Y él respondió: Heme aquí.
   Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a la tierra de Moriah, y ofrécele allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré.
   Y Abraham se levantó muy de mañana y enalbardó su asno, y tomó consigo dos mozos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y levantóse y fue al lugar que Dios le dijo.
   Al tercer día alzó Abraham sus ojos y vio el lugar de lejos.
   Entonces dijo Abraham a sus mozos: esperáos aquí con el asno y yo y el muchacho iremos hasta allí, y adoraremos y volveremos a vosotros.
   Y tomó Abraham la leña del holocausto y púsola sobre Isaac su hijo, y él tomó en su mano el fuego y el cuchillo y fueron ambos juntos.
   Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y él respondió: Heme aquí, mi hijo. Y él dijo: he aquí el fuego y la leña, mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?
   Y respondió Abraham: Dios proveerá del cordero para el holocausto, hijo mío.
   E iban juntos.
   Y como llegaron al lugar que Dios le había dicho, edificó allí Abraham un altar, y compuso la leña, y ató a Isaac su hijo y púsole en el altar sobre la leña.
   Y extendió Abraham su mano, y tomó el cuchillo para degollar a su hijo.
   Y con la mano extendida y el cuchillo bien sujeto miró Abraham por el rabillo del ojo para ver si venía el ángel de Jehová dando voces desde el cielo. Porque conocía muy bien Abraham su propia historia, repetida por generaciones y generaciones del pueblo elegido, y de sobra sabía que tenía que venir el ángel de Jehová dando voces por el cielo. Y con la mano extendida y el cuchillo en el aire miró Abraham por el rabillo del ojo y no vio al ángel de Jehová dando voces por el cielo.
   Entonces Abraham alzó de nuevo la mano y tomó el cuchillo y degolló un carnero que antes había escondido en un zarzal, trabado por sus cuernos. Y fue Abraham y soltó a su hijo y tomó el carnero y ofrecióle en holocausto en lugar de su hijo.
   Entonces habló Isaac a Abraham su padre, y dijo: Padre mío. Y Abraham respondió: Heme aquí, mi hijo. Y habló Isaac y dijo: Pues no vino el ángel de Jehová dando voces por el cielo para traer el carnero. ¿Vas a hacer lo que no hizo Jehová? ¿Pretenderás engañar a Jehová y suplantarle cuando no cumple lo que está escrito?
   Y dijo Abraham: ¿Y tengo yo que dar explicaciones para que tú y yo nos comamos un carnero como Dios manda?

VARIACIONES SOBRE EL SUEÑO DE CHUANG TZU, Fabián Vique

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FABIÁN VIQUE, Variaciones sobre el sueño de Chuang Tzu, Macedonia, Morón, 2009, 98 páginas.

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ESDRÚJULA

   Entró a mi vida como una ráfaga. Me ató a su alma como un arácnido. Se fue una tarde con el crepúsculo.

CUENTOS BREVES Y EXTRAORDINARIOS, Jorge Luis Borges & Adolfo Bioy Casares

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JORGE LUIS BORGES & ADOLFO BIOY CASARES (editores), Cuentos breves y extraordinarios, Losada, Buenos Aires,  1989 (1957), 155 páginas.

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Borges y Bioy Casares compilan, para esta antología pionera, "textos de diversas naciones y de diversas épocas, sin omitir antiguas y generosas fuentes orientales". Valga extraer de las catorce líneas de la Nota preliminar esta sentencia: "Lo esencial de lo narrativo está, nos atrevemos a pensar, en estas piezas; lo demás es episodio ilustrativo, análisis psicológico, feliz o inoportuno adorno verbal".
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EL SUEÑO

   Murray soñó un sueño.
   La psicología vacila cuando intenta explicar las aventuras de nuestro mayor inmaterial en sus andanzas por la región del sueño, "gemelo de la muerte". Este relato no quiere ser explicativo: se limitará a registrar el sueño de Murray.
   Una de las fases más enigmáticas de esa vigilia del sueño, es que acontecimientos que parecen abarcar meses o años, ocurren en minutos o instantes.
   Murray aguardaba en su celda de condenado a muerte. Un foco eléctrico en el cielo raso del comedor iluminaba su mesa. En una hoja de papel blanco una hormiga corría de un lado a otro y Murray le bloqueaba el camino con un sobre. La electrocutación tendría lugar a las nueve de la noche. Murray sonrió ante la agitación del más sabio de los insectos.
   En el pabellón había siete condenados a muerte. Desde que estaba ahí, tres habían sido conducidos: uno, enloquecido y peleando como un lobo en una trampa; otro, no menos loco, ofrendando al cielo una hipócrita devoción; el tercero, un cobarde, se desmayó y tuvieron que amarrarlo a una tabla. Se preguntó cómo responderían por él su corazón, sus piernas y su cara; porque ésta era su noche. Pensó que ya casi serían las nueve.
   Del otro lado del corredor, en la celda de enfrente, estaba encerrado Carpani, el siciliano que había matado a su novia y a los dos agentes que fueron a arrestarlo. Muchas veces, de celda a celda, habían jugado a las damas, gritando cada uno la jugada a su contrincante invisible.
   La gran voz retumbante, de indestructible calidad musical, llamó:
   —Y, señor Murray, ¿cómo se siente? ¿Bien?
   —Muy bien, Carpani —dijo Murray serenamente, dejando que la hormiga se posara en el sobre y depositándola con suavidad en el piso de piedra.
   —Así me gusta, señor Murray. Hombres como nosotros tenemos que saber morir como hombres. La semana que viene es mi turno. Así me gusta. Recuerde, señor Murray, yo gané el último partido de damas. Quizás volvamos a jugar otra vez.
   La estoica broma de Carpani, seguida por una carcajada ensordecedora, más bien alentó a Murray; es verdad que a Carpani le quedaba todavía una semana de vida.
   Los encarcelados oyeron el ruido seco de los cerrojos al abrirse la puerta en el extremo del corredor. Tres hombres avanzaron hasta la celda de Murray y la abrieron. Dos eran guardias; el otro era Frank -no, eso era antes- ahora se llamaba el reverendo Francisco Winston, amigo y vecino de sus años de miseria.
   —Logré que me dejaran reemplazar al capellán de la cárcel —dijo, al estrechar la mano de Murray. En la mano izquierda tenía una pequeña biblia entreabierta.
   Murray sonrió levemente y arregló unos libros y una lapicera en la mesa. Hubiera querido hablar, pero no sabía qué decir. Los presos llamaban la Calle del Limbo a este pabellón de veintitrés metros de longitud y nueve de ancho. El guardia habitual de la Calle del Limbo, un hombre inmenso, rudo y bondadoso, sacó del bolsillo un porrón de whisky, y se lo ofreció a Murray diciendo:
   —Es costumbre, usted sabe. Todos lo toman para darse ánimo. No hay peligro de que se envicien.
   Murray bebió profundamente.
   —Así me gusta —dijo el guardia—. Un buen calmante y todo saldrá bien.
   Salieron al corredor y los siete condenados lo supieron. La Calle del Limbo es un mundo fuera del mundo y si le falta alguno de los sentidos, lo reemplaza con otro. Todos los condenados sabían que eran casi las nueve, y que Murray iría a su silla a las nueve. Hay también, en las muchas calles del Limbo, una jerarquía del crimen. El hombre que mata abiertamente, en la pasión de la pelea, menosprecia a la rata humana, a la araña y a la serpiente. Por eso sólo tres saludaron abiertamente a Murray cuando se alejó por el corredor, entre los guardias: Carpani y Marvin, que al intentar una evasión habían matado a un guardia, y Bassett, el ladrón que tuvo que matar porque un inspector, en un tren, no quiso levantar las manos. Los otros cuatro guardaban humilde silencio.
   Murray se maravillaba de su propia serenidad y casi indiferencia. En el cuarto de las ejecuciones había unos veinte hombres, entre empleados de la cárcel, periodistas y curiosos que...

   Aquí, en medio de una frase, "El sueño" quedó interrumpido por la muerte del autor O. Henry. Se conoce, sin embargo, el final:
   Murray, acusado y convicto del asesinato de su esposa, enfrentaba su destino con inexplicable serenidad. Lo conducen a la silla eléctrica, lo atan. De pronto, la cámara, los espectadores, los preparativos de la ejecución, le parecen irreales. Piensa que es víctima de un error espantoso. ¿Por qué lo han sujetado a esa silla? ¿Qué ha hecho? ¿Qué crimen ha cometido? Se despierta: a su lado están su mujer y su hijo. Comprende que el asesinato, el proceso, la sentencia de muerte, la silla eléctrica, son parte de un sueño. Aún trémulo, besa en la frente a su mujer. En ese momento, lo electrocutan.

   La ejecución interrumpe el sueño de Murray.
O HENRY

EL ARTE DE SER FELIZ, Juan Guerra Cáceres

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JUAN GUERRA CÁCERES, El arte de ser feliz, EDAF, Madrid, 1988, 192 páginas.

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Según se indica en el Prólogo (pp. 11-12), este es un libro "para la reflexión. Su presentación en frases cortas, cargadas de espíritu positivo y altruista, facilita la asimilación del mensaje que contienen y su transformación en experiencia viva."

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La rosa no le pide al rosal que se deshaga de las espinas.
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El coche no sirve para orientar aviones en vuelo, pero es muy útil para dirigir su trayectoria en el aeropuerto.
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No se elimina la tristeza mirando a las sombras sino volviendo el rostro a la luz.
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Aprende a contemplarte en el espejo del cielo.
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Es tras haber llorado y reído mucho cuando uno comienza a situarse más allá del llanto y la risa.
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Sueña, sueña, mas sé un idealista práctico: convierte en realidad tus utopías.
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No te pidas imposibles. Ya es un milagro hacer adecuadamente lo posible.

UN MÉDICO RURAL, Frank Kafka

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FRANK KAFKA, Un médico rural y otros relatos pequeños, Impedimenta, Madrid, 2009, 160 páginas.
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Los editores advierten que este volumen incluye dos libros: Percepciones (1912) y Un médico rural (1920). La presente traducción es de Pablo Grosschmid.
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EL DESEO DE SER PIEL ROJA

   Si uno pudiera ser un piel roja... siempre alerta, atravesando los aires sobre un caballo veloz, estremecido una y otra vez sobre la tierra temblorosa, hasta dejar las espuelas, porque no hacen falta espuelas, hasta arrojar las riendas, porque no hacen falta riendas, sin apenas ver la tierra por delante como pradera de hierba segada, ya sin las crines del caballo, sin la cabeza del caballo.

LA ETERNIDAD DEL INSTANTE, César Klauer

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CÉSAR KLAUER, La eternidad del instante, Evisto Editorial, Lima, 2011, 116 páginas.

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EL DESCUBRIMIENTO DE MARÍA

   María había trabajado para ellas por casi veinte años seguidos y nunca había visto algo así, excepto esa tarde.
 
   Lo vio después de vaciar la última papelera. Casi se le pasa pero, como si quisiera ser hallado, cayó justo frente a ella.

   ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Ir con el cuento? ¿Botarlo a la basura? Consideró todas las opciones y tomó una decisión.

   María cogió papel higiénico de su bolsillo, levantó el condón con cuidado, hizo una bolita en la palma de la mano y la tiró al tacho de la basura. La Madre Superiora nunca se enteraría de nada.

SIÉNTATE Y ESCRIBE, Roger Wolfe

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ROGER WOLFE, Siéntate y escribe, Huacanamo, Barcelona, 2011, 176 páginas.

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Tras Todos los monos del mundo (1995), Hay una guerra (1997) y Oigo girar los motores de la muerte (2002), Siéntate y escribe constituye la cuarta entrega de un género acuñado por el propio Wolfe como "ensayo-ficción". Estos fragmentos son la cosecha de siete años de reflexiones (2002-2008) en los que el autor desgrana con una mordaz lucidez, desde el odio arraigado hasta la resignada compasión, a través de una mirada asesina que no olvida la media vuelta para reírse de sí misma, el lado más amargo de estos tiempos que apenas permiten escuchar una voz tan heterodoxa como la de este escritor, quizás incómoda en ocasiones, pero más imprescindible que nunca.

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Una obra de arte no existe hasta que llega al lector, el oyente o el espectador. Dicho de otro modo: no hay creación sin recreación.
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La tarea del creador: tocar fondo en su propio corazón.
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Si la vida es el crimen, el arte es mi coartada.
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Alguien dijo en cierta ocasión que escribir un poema era «marcar la piel del agua». Bueno, lo mío tiene que ver con pieles y con marcas, pero no es exactamente lo mismo: a mí el mundo me marca la piel, y luego a veces escribo un poema.
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Si hay tantas obras de arte ininteligibles es porque siempre será más fácil fabricar un rompecabezas que hacer un hallazgo verdadero.
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Lo que llamamos madurez es el resultado de un proceso mediante el cual la vida nos reduce literal y metafóricamente de tamaño. Nuestro cuerpo encoge; nuestra convicciones, también.
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Descartes en el siglo XXI: «Salgo en los medios, luego existo».
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Todo lo bueno acaba mal, aunque sólo sea porque se acaba. Y se acaba siempre.
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El «momento»: esa cosa que nunca llega si la esperas y nunca encuentras si la buscas. ¿El momento? El momento es éste; otro no hay.
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¿Palinodia? La vida misma es palinodia.
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Ya no tengo fuerzas ni para darles vueltas a mis problemas, pero da igual; siguen girando solos.

LA VIDA MISMA Y OTRAS MICROFICCIONES, Fabián Vique

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FABIÁN VIQUE, La vida misma y otras microficciones, Macedonia, Morón, 2010, 140 páginas.

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LAS MUERTES COTIDIANAS
  
Estoy solo en casa, escuchando a Los Beatles y asando un pollo. Lennon murió asesinado y George de cáncer. Paul y Ringo no pueblan ningún cementerio todavía pero ya les va a tocar y, a los efectos de este instante, no están menos difuntos que sus compañeros. Y el pollo que estoy asando; hay que decirlo, también tuvo una muerte desgraciada.
   Yo, entonces, sería el único vivo en esta historia, pero eso es relativo. En cierta forma yo también estoy muerto, porque ahora estamos en el instante de la lectura y el único afortunado viviente en este momento vendría a ser usted, que lee esta página.
   Pero no se entusiasme tanto, mi amigo. ¿A que no sabe quién muere cuando termina esta línea?

EL PORVENIR DE MI PASADO, Mario Benedetti

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MARIO BENEDETTI, El porvenir de mi pasado, Alfaguara, Madrid, 2003, 216 páginas.

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HUELLAS

En el archivo de las fichas policiales, aquella huella digital estaba a oscuras y se encontraba sola, abandonada. Sentía nostalgia de su mano madre, y sus líneas finas, delicadas, eran como un escorzo de su tristeza. Por eso, cuando se encendió la luz y alguien colocó a su lado una nueva huella, tal irrupción generó una alegre expectativa.
Una vez que el funcionario apagó la luz y cerró la puerta, la huella primera se atrevió a decir:
–Hola.
–Hola –respondió con voz ronca la recién llegada.
–Qué suerte que viniste. A esta altura, la soledad ya me resultaba insoportable. ¿De qué pulgar venís?
–De la mano de un periodista. ¿Y vos?
–Fuerzas represivas.
–Dura tarea, ¿no?
–¿Por qué lo decís?
–Torturas, bah.
–Se habla y se publica mucho, pero no siempre es cierto.
–¿Nunca?
–A veces sí. Reconozco que mi pulgar siguió un curso intensivo de picana.
–¿Cuál es tu mejor recuerdo?
–Si te voy a ser franco, cuando nos encomendaron tareas administrativas. Allí no había llantos ni puteadas ni alaridos. ¿Y el mejor de tu pulgar?
–El tacto de cierto ombliguito femenino. Una colega francesa y el dueño de mi pulgar estuvieron cubriendo los Juegos Olímpicos con variantes de yudo que los dejaron bastante complacidos.
–¿Por qué te tomaron la impresión digital?
–Renovación de cédula. ¿Y a vos?
–Tres años de arresto. Derechos humanos, comisiones de paz, desaparecidos, todas esas majaderías.
–Y aquí ya ves, todos iguales.
–¿Qué nos queda?
–Resignarse. Mi pulgar era ateo.
–Mi pulgar, en cambio, era creyente.
–Eso no importa. Después de todo, la mano de Dios no deja huellas. 

INSTANTÁNEAS, Martín Gardella

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MARTÍN GARDELLA, Instantáneas, Andrómeda, Buenos Aires, 2010, 128 páginas. 

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En el prólogo a estos 158 microrrelatos en un instante Sergio Gaut vel Hartman cita a Ester Andradi para caracterizar el género: "Cada microcuento encierra una novela, un conjunto de novelas, un montón de historias". Con los relatos de Martín Gardella,  ambos aciertan.
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EL ZOOLÓGICO

   Observaba a su hombre con sus penetrantes ojos de gata, dejándose envolver por palabras dulces, que llenaban su estómago de pequeñas mariposas. Luego, con la confesión de las mutuas fantasías, su cabeza femenina se inundó de pícaros ratones. En la cama, se sintió tan libre como un animal al que le acaban de abrir la jaula. Por unos instantes, sus extremidades se convirtieron en los largos tentáculos de un fornido calamar, que envolvían al hombre para devorarlo. Aulló como una loba, lo rasguño como una perrita juguetona, voló como un colibrí y terminó acurrucándose en el pecho de su compañero, como un indefenso polluelo. A la mañana siguiente, con la puntualidad de un gallo cantor, abandonó la cama revuelta, imitando el silencioso andar de una serpiente.
   —Te amo –dijo el hombre, mientras la observaba vestirse con la agilidad de una gacela.
   —¡Shhh! –respondió ella, como una lechuza, y le arrojó, desde la puerta, un beso de delfín.

PEQUEÑA FILOSOFÍA NOCTURNA, Catherine Rambert

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CATHERINE RAMBERT, Pequeña filosofía nocturna: 365 pensamientos para ser feliz todos los días, Hachette Filipacchi, Barcelona, 2006 (2001), 408 páginas.

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En el Prefacio (pp. 7-9) se presenta el volumen como "un libro para tener en la mesilla de noche. Cada noche, ofrece un pensamiento para meditar, en forma de síntesis".

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El tiempo perdido es el que pasamos diciendo que hemos perdido el tiempo. 
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Nada es cierto, salvo el cambio.
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No hay mejores espejos que los hombres.
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Quien niega sus errores se expone a repetirlos.
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Los chinos recuerdan que un cabello, por fino que sea, siempre produce sombra.
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La sabiduría consiste en exigir siempre de uno mismo más que de los demás.
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Perdonar es deshacer, uno a uno, los nudos del pasado.
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La vida está solo hecha de posibles.

ELEFANTIASIS, Raúl Ariza

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RAÚL ARIZA, Elefantiasis, Editores Policarbonados, Madrid, 2010, 124 páginas.

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Flanqueados por las ilustraciones de Carmen Puchol, los 50 microrrelatos de Elefantiasis se erigen, en palabras de Francisco Machuca en el Prólogo: Crepúsculo cotidiano (pp. 9-13), como "una estupenda colección de cuentos sobre un retrato cáustico de una sociedad decadente", a través de la "verdad amarga del desencanto en donde se percibe el silencio que hay en todas las soledades".

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EL LADRIDO DE LOS PERROS

   «Cuando estoy contigo, los perros dejan de ladrar.»
   Se lo ha dicho tan despacio, que como ella andaba buscando afanosamente el sueño tras los suspiros hambrientos del sexo, no ha llegado a oírlo. No ha llegado a oírlo pero, sin embargo, le ha contestado con un símiamor que ha sonado a una sonrisa.
   Cuando la ha sabido dormida, se ha levantado de la cama con mucho cuidado y se ha sentado frente a la ventana del dormitorio, tratando de hacerse amigo de esa estúpida felicidad que se empeña en mantenerle despierto. A través de los jirones de luz que filtra la persiana, ha mirado a Lucía y ha admirado incrédulo su contorno desnudo, sin ni siquiera atreverse a sentirse agradecido. Cómo se pudo fijar en un tipo tan mediocre y descreído como él, sigue siendo un maravilloso misterio. No acaba de creerse del todo cómo un haz de luz tan hermoso como ella, ha podido entra en su vida iluminando sus míseras y remotas oquedades.
   Un rato más tarde se ha metido en el baño tratando de nuevo de no despertarla. Ha abierto el agua del grifo, se ha quedado un instante absorto viéndola caer, y se ha dado una ducha ligera. Más tarde, empapado y desnudo, mientras espera sentado en el retrete a que el agua se le seque por sí sola, repasa una vez más las marcas que el fracaso acumulado le ha ido dejando en su cuerpo. Lo hace, al igual que todas las noches en las que la sencilla hermosura de Lucía le discute su condición de desgraciado, siguiendo fielmente las pautas de una flagelante letanía. Primero se toca la cicatriz del hombro, y recuerda a un padre violento. Después se mira en el espejo la tristeza de los ojos y adivina a una madre sumisa. Y por último, observando el temblor de sus manos, recuerda una infancia repletita de noches encerrado en su habitación, mientras oye allá afuera el aterrador ladrido de los perros.

AFORISMOS, Ángel Crespo

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ÁNGEL CRESPO, Aforismos, Huerga y Fierro, Madrid, 1997, 82 páginas.

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De sus anteriores libros Con el tiempo, contra el tiempo (1978), La invisible luz (1981) y El ave en su aire (1985) se extrae para este volumen la obra aforística completa del autor, que presenta el fenómeno poético o la actitud ante la vida como algunos de sus temas más recurrentes.

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Lo evidente no hay que escribirlo.
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Antes de mirar, aprende a cerrar bien los ojos.
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El más trabajador de los críticos literarios es el olvido.
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Odio deprisa para quemar el odio; amo despacio para conservar el amor.
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La rectitud del árbol, no la del poste.
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Ninguno de nuestros actos, ni de nuestros pensamientos, tiene principio ni fin conocidos.
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Cuando todos los caminos confluyen en uno, van a dar al infierno.
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La poesía contemporánea empezó cuando el poeta sustituyó el ubi sunt por el ubi sum.
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Cuando la verdad huye, hay que mentir para atraparla.

JUEGO DE AZAR, Slawomir Mrozek

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SLAWOMIR MROZEK, Juego de azar, Acantilado, Barcelona, 2001, 112 páginas.

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UN HÉROE

   Un buen día, paseando por la orilla de un río vi de pronto a un boy-scout que se estaba ahogando. Conozco el lugar, no es profundo, así que decidí salvarlo en cuanto se reuniera un poco mas de publico. Me senté en un banco a esperar. El boy-scout gritaba de lo lindo, por lo que al cabo de poco se congregó en la orilla un nutrido grupo de gente. Esperé un poco más para que el público estuviera al completo, entonces me levanté, me acerqué al agua y animado por los gritos de admiración me puse a quitarme lentamente el zapato izquierdo’. El público me aplaudió. Estaba ya en calcetines cuando me di cuenta de que un sinvergüenza también se disponía a desnudarse. Me puse furioso.
   —Yo estaba aqui primero le dije. Y él me contestó:
   —¿Es tuyo el boy-scout o qué? y se puso a quitarse el chaleco.
   —¡Tiene razón! se dejaron oír unas voces entre el público . ¡El boy-scout es de todos!
   —Deja esos pantalones le dije . Tú aún no estabas en este mundo cuando yo ya salvaba boy-scouts.
   —Habrás salvado a tu abuela me contestó en un tono insultante.
   —Y tú a tu tía. Vete a hacer puñetas y deja en paz al boy-scout.
   El público iba en aumento. Unos estaban de mi parte, otros decían que todo el mundo tiene derecho a salvar boy-scouts. Vi que las cosas se complicaban y que todo dependía de quién se desnudase primero. Aunque él había comenzado más tarde, como llevaba cremallera me alcanzó. Le gané sólo al llegar a los calzoncillos. Al ver que perdía su oportunidad quiso saltar al agua tal como estaba, en ropa interior. Se me encendió la sangre y le eché la zancadilla. ¡Por hacerse el héroe!
   No se que paso con el boy-scout porque a nosotros nos llevaron a urgencias. Yo le disloqué un brazo y él me rompió unos dientes.
   Salvar a los que se ahogan requiere valor y sacrificio.

OIGO GIRAR LOS MOTORES DE LA MUERTE, Roger Wolfe

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ROGER WOLFE, Oigo girar los motores de la muerte, DVD, Barcelona, 2002, 128 páginas.

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Madurar es aprender a fingir.
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Subir y bajar como una palangana de agua sucia en un burdel. Lo llaman ciclotimia.
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El reconocimiento nunca llega cuando lo necesitas. Y cuando llega, si es que llega, ni lo necesitas ni te importa.
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Con la gente me pasa como con la ropa: nunca acabo de encontrar lo que busco; y cuando lo encuentro, no es de mi talla.
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Conviene no fiarse de los artistas o «intelectuales» que afirman luchar por un mundo mejor; ellos saben mejor que nadie que si el mundo mejorara se quedarían sin empleo.
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Un mandamiento nuevo os doy: amaos a vosotros mismos, porque ni dios más lo hará.
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La pregunta fundamental no es si se puede conocer algo, sino si algo merece ser conocido.
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A veces pienso que la libertad real de una persona es inversamente proporcional a sus posibilidades de elección.
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Cuántos presumen de haber ganado carreras. Y qué pocos aclaran que ellos eran los únicos que corrían en ellas.

VIDAS POST-IT, Iolanda Zúñiga

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IOLANDA ZÚÑIGA, Vidas Post-it, Pulp Books, Cangas do Morrazo, 2011 (2007), 136 páginas.

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...PRESTISSIMO...

   La punkie de Patri se fue a vivir con el indie de Ramón. Se disputan el equipo de música para poner esos singles de coleccionistas traídos de Piccadilly St. Sex Pistols y Ramones mientras la tortilla de patata con champiñones se queda cruda por el medio, que es como le gusta a Patri, con el huevo resbalando por la comisura izquierda de los labios hendidos por el frío al lado del río Lérez, donde anda en busca de insectos para el instituto de investigaciones biológicas de la ciudad. Y eso que Ramón siempre le dice que no se olvide la barra de cacao Neutrógena que vende en la farmacia en la que él trabaja, que es de su abuela, que vota al PP y hace encaje de bolillos por no levantar la mirada y descubrir que, en efecto, su marido está liado con la chica de la herboristería de la misma calle. The Clash y Los Planetas mientras centrifuga la lavadora, que aún se tambalea por no calzarla con un libro, y el despertador avisa de que son las ocho de la mañana y no de la tarde del viernes. Antes de abrir la farmacia, Ramón hace fitness, spinning, stepping y llega very tired al trabajo que, como total es de la familia, que trabajen ios empleados que no son nietos de la empresaria. Pero este enredo a lo Falcon Crest no le va nada a la punkie de Patri, que siempre insta a Ramón a que deje el negocio y la herencia futura del piso en la calle Juan Flórez, que se compre una furgoneta con varias vidas en el dibujo desdibujado del neumático y se aventuren unos cientos de kilómetros. A Patri comienzan a pesarle los stocks de su vida: rutina, apariencia y comida con sus suegros en la casa del jardín octogonal. Y Ramón no canaliza que su niña se conforme con una vida de cíngaros, vida de mercado ambulante, sin productos bío, mesoterapia de balneario y suelas Devor-Olor.
   La camiseta negra de Sonic Youth del indie de Ramón destiñó en la lavadora sobre ios pantalones rojos a cuadros escoceses de la punkie de Patri, que se trajo a los trece años de Amsterdam. Y, mientras Ramón ya tiene su cita ineludible e hiperprogramada en Benicassim, Patri siente que la vida se le arruina, se le destiñe. Pero contentará a Ramón e irá, en tono pop, a acampar, cerca de los escenarios, esperando el resurgir de un post-punk que la lleve por festivales, como aquel en el que se conocieron, a pie de escenario, de pie.
   El otro día me encontré con ella saliendo de una tienda de moda en serie y me enseñó falda por la rodilla, blusa sobria, medias opacas y zapato bajo abierto. Se lo probó, para que le diese mi opinión, y le sentaba bien, pero no la reconocía y así se lo dije. Haciéndole caso al sedentarismo de Ramón, y oídos sordos a sus aspiraciones, había decidido quedarse en tierra. La familia política le había conseguido trabajo en una agencia de viajes muy moderna, de ordenadores con pantalla plana y teclado táctil revolucionario. Resignación virtual. No conseguí alertarla. No conseguí desengañarla, no conseguí decirle que... los teclados táctiles salen malos y apenas tienen garantía.

LA REINA SECRETA, Antonio Costa

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ANTONIO COSTA, La reina secreta, De la luna libros, Mérida, 2004, 112 páginas.

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LOS PEZONES DE AMELIA
  
   Los pezones de Amelia son mágicos. Lo descubrió un día cuando fue al manicomio a visitar a un primo suyo. De repente, en el jardín, un enfermo se abalanzó sobre ella, le desgarró el sostén, y empezó a chuparle los pezones. Los celadores lo apartaron, pero él se mostró tranquilo, confiado, y empezó a explicar teoremas matemáticos. Después lo llevaron al director y le aclaró las teorías de Einstein (el director nunca las había entendido). Amelia se sintió muy avergonzada y después se quedó pensativa. El hecho fue muy comentado. Unas semanas después un tío suyo estaba muy triste. Ella se acercó a consolarlo: “¿Qué te pasa, tío?” El la miró con aflicción. Ella se desabrochó lentamente la blusa y el tío lamió los pezones. Entonces se sintió recuperado y lleno de fuerzas. Estuvo muy simpático en la comida,y al día siguiente ganó mucho dinero en la Bolsa. Amelia no sabia que pensar de su poder. Se sentia Abrumada y temerosa, y con una cierta ternura. Un día iba al instituto con unas amigas y se le acercó una campesina con un niño tullido: “Por favor, señorita, anide a mi hijo”. Amelia se sintió totalmente azorada. Pero la campesina insistía, y al final desnudó su pecho. Fue asombroso: el muchacho se recompuso y comenzó a dar saltos de alegría. Al día siguiente la abordó a la salida de su casa con un enorme bizcocho y una sonrisa como un cometa. Llevaron a Amelia a casa de un sabio que había estudiado en Heidelberg. El sabio comentó: “Tantos siglos buscando la piedra filosofal, y está en los pezones de esta muchacha”. La familia de Amelia empezó a preocuparse mucho. Llegaban muchas cartas para ella y desconocidos llamaban a su puerta. Los compañeros la miraban y sonreían. Ya no podía ir sola al parque ni entrar en una tienda, porque la conocían y la felicitaban. Amelia permanecía melancólica en su habitación escuchando canciones de Leonard Cohen y hablando con un amigo que nunca había visto sus pechos.   Sus padres decidieron que se fuera a América y la mandaron a Boston. Allí vivía un amigo de la familia. Se matriculó en un campus y paseaba por las calles antiguas. Un día se puso a mirar tiendas y a tomar chocolate con un amigo. El muchacho tenía mucho acné y estaba triste. Amelia se puso cariñosa y él le desabrochó el sostén. Chupó los pezones con delicia. Al despedirse él ya no tenía granos. Le estaba infinitamente agradecido. Se sentía unido a ella por una sensación especial. Más tarde el amigo de la milia tenía cáncer. Amelia se acercó a el por la noche y como en sueños él le besó los pezones. Al día siguiente estaba curado. Entonces concibió una pasión loca por ella. Ella tuvo que marcharse y terminar sus estudios en París. Un multimillonario de Texas la buscó por todos los medios y la invitó a su mansión. Consiguió que su mujer lamiera los pezones de Amelia y se curó de hipocondría. El millonario ofreció a Amelia una pensión vitalicia. Pero ella no aceptó y consiguió desaparecer. Hoy Amelia es anciana y mira sus pechos en el espejo. Apenas tienen ya poder. Sus pezones no la curan de su tristeza. Ha pasado el tiempo y sus amores han muerto.. Uno de ellos escuchaba sus pechos y tomaba champán al atardecer, cerca de Niza. Ella bebía de su copa y acariciaba sus párpados.

FICCIÓN SÚBITA, Robert Shapard & James Thomas

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ROBERT SHAPARD & JAMES THOMAS, Ficción súbita, Anagrama, Barcelona, 1989 (1986), 283 páginas,
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En la Introducción (pp. 11-15) Robert Shepard anuncia que la mayoría de estos textos , de  una a cinco páginas de extensión, han sido escritos en la década de los ochenta. La controversia generada en los autores por esta nueva manifestación literaria queda recogida en las secciones finales: La tradición (pp. 221-251), Hacia una forma nueva (pp. 252-262), Practicón (266-273) y Saltapáginas, instantáneas y rompenormas (pp. 268-273). En medio, los cuentos de esta antología subtitulada Relatos ultracortos norteamericanos: 70 relatos firmados por Bernard Malamud, Joyce Carol Oates, Tobias Wolff, Raymond Carver o John Updike.
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LEYENDO EL PERIODICO

   A mí lo único que me apetece es leer el periódico, pero antes tenga que hacer la limpieza. Hay sangre por todas partes. A Duke y al resto de la familia menos yo y Timmy los mató anoche un conductor borracho que se estrelló en una cola de cine, y toda esta sangre no resulta fácil de limpiar. Como la mayor parte de las telas son fáciles de lavar, ni siquiera me molesto en leer la letra pequeña de la caja de Cheer. Ahora este jabón lo hacen de modo que dé resultado en cualquier situación. Luego levanto a Timmy y lo preparo para ir al colegio. Se come dos bollos y antes de que llegue al fondo de la calle y haya cogido ya el periódico, ya le oigo gritar a lo lejos. Alguien está metiéndole a rastras en un Datsun último modelo, color marrón claro, el tipo de camión que Duke, Dios le tenga en su gloria, siempre pensó que no valía para nada. Bueno, el hecho es que ya tengo el periódico en la mano y ahora precisamente tiene que llamar alguien a la puerta. Son tan pocos los que llaman a la puerta de atrás que en seguida me doy cuenta de que tiene que ser algo raro, y resulta que tengo razón. Es el sujeto ese que sale en el periódico porque se escapó ayer de la cárcel. Quiere saber si puede entrar en mi casa y violarme y cortarme todo a trocitos. Bueno, pues el hecho es que para cuando termina de hacer todo esto mi café ya se ha enfriado, de modo que me tengo que poner otra taza, y voy a sentarme de una vez cuando veo a Douglas, mi hermano de Dill, que sube por la calzada con su Scout azul, en fin, que sirvo dos tazas de café en vez de una. Douglas está un poco más azul esta mañana que hace una semana. Empezó a ponerse azul cosa de un año antes de que se descubriera que los ladrillos de su casa estaban hechos de veneno cáustico Clase Diez, o algo parecido. Ahora se ha construido un bonito anexo porque si no, él e Irene, Dios la tenga en su gloria, tendrían que haberse mudado. Pero esta mañana, por lo menos, veo que se ha puesto un sombrero extra para taparse el bulto que le había salido en el hombro, y eso, por lo menos, es una mejora. Dice que se ha enterado de lo de Duke y las tres chicas, y me pregunta:
   —¿Qué es lo que ibais a ver todos juntos?
   Apenas consigo oírle porque veo a tres mexicanos que están sacando  el nuevo Thunderbird de Duke del prado contiguo a la calzada, y si no se andan con cuidado van a chocar con el buzón. No han chocado, y ya se van; ese coche tuvo siempre el color turquesa más bonito del  mundo. Remuevo en mi café un poco más de Cremora y me vuelvo hacia mi hermano azul. Su ojo izquierdo está un poco peor, más saltón, y últimamente fosforece con más frecuencia. La Cremora esta, sabes, por mucho que la remueva siempre queda un poco flotando en el café.

RON CARLSON

LA MOSCA, Slawomir Mrozek

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SLAWOMIR MROZEK, La mosca, Acantilado, Barcelona, 2005, 136 páginas.

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EL FUNERAL

   Durante un paseo, me uní a un cortejo fúnebre. Siempre anima más que vagar uno solo y sin rumbo. No sabía a quién estaban enterrando, pero ¿qué importaba? Nosotros, los humanos, formamos todos una gran familia.
   Además, siempre se puede preguntar. Mi vecino de la izquierda del cortejo tampoco lo sabía.
  —Voy a la tintorería a recoger un pantalón. He visto un funeral y puesto que me pilla de camino me he unido. Sólo hasta la esquina y después tuerzo.
   Pregunté, pues, al vecino de la derecha.
   —¿Que de quién es el funeral? Y yo qué sé, ¿acaso muere poca gente? El banco no abre hasta las nueve, así que tengo un poco de tiempo todavía.
  El tercero, que caminaba unos pasos atrás, tampoco era capaz de informarme.
   —Yo no soy de aquí, soy un simple turista. Pero pregunte a esa señora con velo negro, la que camina detrás del féretro. Tiene pinta de ser la viuda y debe de saberlo.
  En ese momento empezó a llover y abandoné el cortejo. No voy a mojarme por alguien a quien ni siquiera conozco personalmente.

TALLAS ÚNICAS, Iván Olmedo

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IVÁN OLMEDO, Tallas únicas, Ediciones Efímeras, 2007, 84 páginas.

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TRAMPANTOJO
 
   Cuando los dos chavales empujaron la puerta del cuarto del conserje notaron inmediatamente un olor insoportable. Recuento visual del botín: una caja grande de cartón vacía; un lavavajillas inservible, un cesto de mimbre con tres manzanas ásperas anidadas, una bicicleta roja colgada de dos ganchos de hierro, un par de esquís viejos y algunas menudencias como periódicos atrasados, botellas vacías de agua mineral, y cordones de zapatos. Y un moscardón que zumbaba en la estancia cerrada. Decepcionados, convinieron en que no valía la pena arriesgarse y robar nada de aquello, ni siquiera la bicicleta pasada de moda. En silencio, comprobaron que no hubiese nadie en el portal y se fueron, tragados por la noche.
   En su lecho, a varias manzanas de allí, el Guardián se revolvió ligeramente, apartando con un gesto el leve aviso mental del moscardón. Nada de qué preocuparse; mañana miraría que todo estuviese en orden. Era un buen puesto, el de conserje; tras seiscientos y pico de años había encontrado la ocupación perfecta.
   Y La Puerta seguía estando bien guardada.

MICROQUIJOTES, Juan Armando Epple

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JUAN ARMANDO EPPLE, MicroQuijotes, Thule, Barcelona, 2005, 88 páginas.

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En el Prólogo (pp. 5-13), Juan Armando Epple (también responsable de la selección de los textos) anota que "las obras clásicas perduran en el tiempo [...] porque se abren a a lecturas diferentes en cada época". Es tan propicia la reelaboración de textos quijotescos porque, como señala Vargas Llosa, el tema de El Quijote es la ficción. Asimismo, permite componer microrrelatos por la intersección con dos de las seis características que definen, según Lagmanovich, el microrrelato: el "apoyo en la intertextualidad" y la "predilección por el tratamiento paródico o irónico del tema tratado". Los textos proceden de la mano de una nómina de una treintena de autores entre los que se encuentran Rubén Darío, Borges, Rogelio Guedea, Fabián Vique o Julia Otxoa.

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QUE TRATA DE LA INDAGATORIA AL INGENIOSO CABALLERO DON MIGUEL

—¿Lugar?
—De la Mancha.
—¿Nombre?
—No quiero acordarme.
—¿Por qué?
—No sé. No quiero.
—¿Apellido?
—Hidalgo.
—¿De cuáles?
—De los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor...
—Gracias, eso es todo.
—…una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches…
—¡Basta! ¡Basta!
—…algún palomino de añadidura los domingos…
—¡Basta! ¡BAS-TA! Que siga el próximo caballero.

JOSÉ CARDONA LÓPEZ

HISTORIAS MÍNIMAS, Javier Tomeo

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JAVIER TOMEO, Historias mínimas, Anagrama, Barcelona, 2009 (1996), 128 páginas.

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   Los dos esqueletos, con los huesos blanqueados por el sol, conversan sentados al socaire de la pared del cementerio.

   ESQUELETO A. Oye.
   ESQUELETO B. Dime.
   ESQUELETO A. Lo peor que podemos hacer es desanimarnos.
   ESQUELETO B. Sí, eso sería lo peor.
   ESQUELETO A. Vendrán tiempos mejores, estoy seguro de eso.
   ESQUELETO B. ¡Oh, desde luego! ¡Vendrán tiempos mejores!
   ESQUELETO A. Se trata de saber esperar.
   ESQUELETO B. Sí, se trata de eso.
   ESQUELETO A. Los árboles volverán a ser verdes.
   ESQUELETO B. Eso es: verdes. Y cantarán otra vez los pájaros.
   ESQUELETO A. ¡Ah, qué agradable será entonces vernos regresados a la carne!
   ESQUELETO B. ¿Crees que regresaremos también a la carne?
   ESQUELETO A. ¿Quién lo duda?
   ESQUELETO B. (Nostálgico.) Eso sería estupendo.
   ESQUELETO A. (Tras una breve pausa.) ¿Cómo te llamabas antes?
   ESQUELETO B. Juanito.
   ESQUELETO A. ¡Anda pues, Juanito! ¡Levanta el corazón!
   ESQUELETO B. (Mirando a través de sus costillas.) ¿Qué corazón?
   ESQUELETO A. (Reconsiderando la situación, con acento súbitamente desesperanzado.) La verdad es que hicimos mal muriéndonos.
   ESQUELETO B. Sí, hicimos mal.
   ESQUELETO A. Perdimos el corazón.
   ESQUELETO B. Sí, lo perdimos.
   ESQUELETO A. Eso fue, sin duda, lo peor.
       
   Silencio. El ESQUELETO B sopla a través de su propia tibia y brota una suave melodía, que ondula apenas la cabeza de las ortigas. Al conjuro de la música, las serpientes de hace cien años —apenas un rosario de menudas placas óseas— tratan inútilmente de erguirse como en los viejos tiempos de la ponzoña fulminante.

VALLE DE LOS GALANES / OBELISCOS, Rafael Pérez Estrada

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RAFAEL PÉREZ ESTRADA, Valle de los Galanes / Obeliscos, Huerga y Fierro, Madrid, 2006, 240 páginas.

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Esta cuidada edición, con prólogo de Antonio Soler, epílogo compuesto por los textos homenaje de Pablo García Baena, Alfonso Canales, Ángel Caffarena y José Infante, y dibujos de José Ignacio Díaz Pardo y el propio Pérez Estrada, ofrece conjuntamente dos libros de este autor en "una oportunidad única para presenciar la caída de todas las leyes, incluida la de la gravedad" (p. 13).

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Dudaron tanto tiempo, que al fin, a una sola mirada, enlazaron sus labios.
A la aurora la pareja seguía aún besándose.
Por la mañana así también seguían.
Por la tarde un silencio absoluto empezó a envolverlos.
A la noche habían muerto de asfixia.

ANTECEDENTES, Julián Rodríguez

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JULIÁN RODRÍGUEZ, Antecedentes, Mondadori, Barcelona, 2010, 112 páginas.

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Antecedentes supone la confluencia del libro de relatos Mujeres, manzanas y el poemario Nevada, publicados por primera vez en el año 2000 de forma separada "por motivos editoriales". En el Prólogo (declaraciones diez años después) (pp. 11-14), el autor explica que por fin el presente volumen responde a su idea inicial: "Esta nueva edición (...) obedece a un criterio que, hoy, me parece más cercano a lo que siempre deseé que fueran: un solo libro".

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NOMBRES

Fue Eliza durante unas pocas semanas, cuando era niña. Eliza, Lily. Pronto lo cambió a Lil.
Más tarde fue Miss Steward en la carnicería. Y también mi amor, querida, madre.
Enviudó a los treinta. Volvió a trabajar como Mrs. Hand. Su hija creció, se casó y dio a luz un niño.
Ahora ella era Nanna. Todo el mundo me llama Nanna, solía decir a las visitas. Y eso hacían ellos. Incluso los dependientes y el médico.
En el geriátrico usaban los nombres cristianos de los pacientes. Lil, les dijimos nosotros. O Nanna. Pero aquello no constó en su expediente, y durante las desconcertantes últimas semanas fue Eliza una vez más.

66 HAIKU (POESÍA JAPONESA)

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66 Haiku (Poesía japonesa), Plaza y Janés, Barcelona, 1998, 130 páginas. Edición de Trinidad Sánchez Pacheco.

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Antología que pretende recoger pequeñas muestras de los autores más representativos en la práctica del haiku, en un recorrido que abarca desde Sogi (1420-1502) hasta Shiki (1867-1902) sin olvidar a grandes maestros como Basho, Buson o Issa. En cada caso, se especifica el traductor que vuelca al español el poema desde el original japonés.

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¡Qué pronto prende
y qué pronto se apaga
una luciérnaga!

                                         KIORAI
(Traducción: Antonio Cabezas)

CON TINTA SANGRE, Juan Armando Epple

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JUAN ARMANDO EPPLE, Con tinta sangre, Thule, Barcelona, 2004, 112 páginas.

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PARA MIRARTE MEJOR

Aunque te aceche con las mismas ansias, rondando siempre tu esquina, hoy no podríamos reconocernos como antes. Tú ya no usas esa capita roja que causaba revuelos cuando pasabas por la feria del parque forestal, hojeando libros o admirando cuadros, y yo no me atrevo ni a sonreírte, con esta boca desdentada.

ALMA, Javier Moreno

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JAVIER MORENO, Alma, Lengua de Trapo, Madrid, 2011, 141 páginas.

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Encuadrados en el lienzo donde el narrador, a modo impresionista, va reflejando con maestría las luces y sombras de su alma, se encuentran María y Eduardo, dos personajes que, como satélites solitarios, giran alrededor de una existencia análoga sin que por ello sus destinos dejen de ser caprichosamente irreconciliables. Además de los perfiles y grupos que comparten en las redes sociales, el vínculo pervive a través de los correos electrónicos que María envía a su lista de contactos. En cada ocasión, la estructura se repite: una vieja foto respaldada por la historia que ella misma fabula, pero que podría haber sucedido o realmente sucedió barajando otros rostros, tiempos y lugares. La pequeña colección de microvivencias trepa con igual intensidad por la bandeja de entrada de Eduardo y los ojos cómplices de un lector que, como reflejo inevitable de las palabras que con tenaz brillo rezuma cada línea de la novela, siente poco a poco su alma desnudándose en silencio.

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Rosa tiene diecisiete años y se hizo esta fotografía. Con esta ya son tres, a añadir a la de su primera comunión y a otra en la que aparece junto a sus primas Manolita y Paquita (las segundas generaciones siempre se atribuyen el diminutivo), durante la boda de su tía Enriqueta. En las otras se le bien la cara. Pero ahora es distinto. Tenía las encías enfermas y los dientes le bailaban como si fueran las teclas de un viejo órgano. El médico le dijo que tenía que arrancárselos. Todos los de arriba. Por eso se hizo la fotografía, antes de ir al dentista, para poder mirarlos cuando ya no los tuviera. Ella podría llorar por el novio que se ha ido a la guerra (le tocó irse con los nacionales como podía haberse ido con los otros, porque como afirma el dicho, «hecho el amigo, hecho el enemigo»), pero prefiere llorar por los dientes perdidos. Aunque la verdad es que no le hace falta. Los dientes postizos le han quedado estupendos. Mucho mejor que los naturales. Además, ya no le duelen las encías. Ahora Rosa mira la fotografía y le parece una tontería echar de menos esos dientes podridos que no le dejaban ni comer. De hecho, no se la piensa enseñar a nadie. Mucho menos a ese chico que acude ahora a rondarla y al que descubrió su nueva sonrisa la primera vez que se cruzaron en la plaza.

AFORISMOS COMPLETOS, Wallace Stevens

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WALLACE STEVENS, Aforismos completos, Lumen, Barcelona, 2002, 96 páginas.

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Daniel Aguirre es el encargado de brindar al lector la traducción de la obra aforística completa de Stevens. En su Prólogo (pp. 7-19) aparece subrayada la importancia de los aforismos en la producción literaria de este autor, ya que "constituyen un instrumento impresdindible para acercarse a la obra poética del escritor estadounidense".
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A la larga, la verdad no importa.
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Las definiciones son relativas; la idea de los absolutos, también.
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El pensamiento es una infección. En el caso de ciertos pensamientos, acaba siendo una epidemia.
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La poesía se lee con los nervios.
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La guerra es un fracaso periódico de la política.
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La vida es la eliminación de lo que está muerto.
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El poeta es el sacerdote de lo invisible.
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El hombre es un eterno principiante.
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La poesía es una búsqueda de lo inexplicable.
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Debe haber algún ala sobre la que volar.

HAY UNA GUERRA, Roger Wolfe

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ROGER WOLFE, Hay una guerra, Huerga y Fierro, Madrid, 1997, 192 páginas.

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Quien mejor conoce la diferencia entre un autor maldito y un maldito autor es la persona que tenga que aguantar al jodido susodicho en la intimidad.
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¿Indeciso? Mi problema es que sólo soy capaz de ver todos los aspectos de una determinada cuestión.
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Cuando la gente dice "perdono pero no olvido", ¿qué está diciendo? Que no perdona.
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Casi todo en este mundo tiene una explicación, pero raras veces te dejan darla.
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Es verdad: la única etapa de nuestra vida en la que somos relativamente felices es la infancia. Pero en el momento no nos damos cuenta de ello; y después, claro, es demasiado tarde.
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Es precisamente el perfeccionismo lo que nos impide muchas veces hacer las cosas bien. Posible es mejor que perfecto.
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Los abogados archivan sus errores; los médicos los entierran. ¿Qué haces cuando tu mayor error eres tú mismo?
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Si quieres saber lo que es el amor, cómprate un perro.
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"Venga, que ya queda menos..." Irónica frase de aliento que me repito para ir sobrellevando la vida.
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La vida, una enfermedad terminal: primero te asustas, luego te rebelas, y finalmente te resignas.

DADOS BLANCOS, Alfonso Pexegueiro

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ALFONSO PEXEGUEIRO, Dados blancos, Caballo de Troya, Barcelona, 2004, 128 páginas.

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Los aforismos de este libro se presentan intercalados entre poemas y reflexiones de mayor extensión, constituyendo un conjunto de anotaciones aparentemente en desorden, a modo de respuesta desesperanzada a una carta anónima.

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Lo importante para el amo es desfigurar.
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Toda violencia viene de antes; nosotros sólo la cultivamos.
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Sólo la poesía nos puede sacar de los infiernos que la inteligencia crea.
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Tecnificar el miedo y la ignorancia: a eso le llaman progreso.
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Una prisa extraña nos impide madrugar.
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Actualmente existe un retroceso, que no es un regreso, sino un paso en falso dentro de la angustia general.
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El deseo duerme lejos de la edad.
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Un dado es una figura geométrica que piensa en azar.

SAMUEL JOHNSON ESTÁ INDIGNADO, Lydia Davis

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LYDIA DAVIS, Samuel Johnson está indignado, Emecé, Barcelona, 2004, 212 páginas.

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PRIORIDADES

   Debería ser muy sencillo: haces lo que puedes mientras está despierto y cuando se duerma haces lo que sólo puedes hacer cuando está dormido, empezando por lo más importante. Pero no es tan sencillo. Te preguntas qué es lo más importante. Debería ser fácil decidir qué es lo que tiene prioridad y entonces ir y hacerlo. Sin embargo, no hay solamente una cosa que tenga prioridad, ni dos ni tres. Cuando varias cosas tienen prioridad, ¿a cuál de ellas se le da prioridad? En las horas en que puedes hacer algo, mientras él está dormido, puedes escribir una carta que corre mucha prisa porque de ella dependen muchas cosas. Sin embargo, si te pones con la carta, las plantas se quedan sin regar, con el calor que hace. Ya las has sacado al balcón esperando que se rieguen con la lluvia, pero este verano no llueve casi nunca. Ya las has metido dentro de casa con la esperanza de que, si no les da el viento, no habrá que regarlas tan a menudo, pero así y todo hay que regarlas.
   Y sin embargo, si riegas las plantas, no escribes la carta, de la que dependen tantas cosas. Ni tampoco recoges la cocina, ni el salón, y luego estarás confundida y de mal humor por culpa del desorden. La encimera está llena de listas de la compra y del juego de cristalería que tu marido compró en una liquidación. Guardar la cristalería debería ser de lo más sencillo, pero no puedes guardarla hasta que no la laves, no puedes lavarla hasta que no saques los platos sucios del fregadero y no puedes lavar los platos mientras no vacíes el escurreplatos. Si empiezas por vaciar el escurreplatos, quizá no te dé tiempo, antes de que él se despierte, más que a lavar los platos.
   Tal vez decidas que las plantas tienen prioridad, pues al fin y al cabo son seres vivos. En tal caso, también puedes decidir, dado que necesitas organizar tus prioridades de acuerdo a algún criterio, que todos los objetos vivientes de la casa tienen prioridad, empezando por el más pequeño y más joven de los seres humanos. Eso debería estar mas que claro. Sin embargo, pese a saber perfectamente cómo ocuparte del hámster, del gato y de las plantas, lo que ya no está tan claro es cómo dar prioridad al bebé, a tu hijo mayor, a ti misma y a tu marido. La verdad es que cuanto mayor y más viejo es un ser vivo, más difícil resulta saber cómo ocuparse de él.