ELEGÍAS A DIOS Y AL DIABLO, Samuel Solleiro

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SAMUEL SOLLEIRO, Elegías a Dios y al Diablo, Lengua de Trapo, Madrid, 2007, 128 páginas.

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LA TROMPETA AFILADA DEL SEGUNDO ÁNGEL

   El día que Xosefina Hermelinda García-Teixeira Pérez cumplió doscientos veintitrés años, decidió que la muerte se había olvidado de ella definitivamente, que era el momento de dejar de ser la vieja que había sido durante un siglo y medio y empezar de nuevo. Así que bajó a la peluquería de la esquina a arreglarse el pelo y hacerse la manicura, y regresó a casa dos horas después hecha una niña de once años.
   Murió al cabo de un mes, del segundo sarampión de su vida.

RELATOS A TRAVÉS DEL MICROSCOPIO, Daniel Jerez Torns

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DANIEL JEREZ TORNS, Relatos a través del microscopio, Bubok, 2010, 44 páginas.

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FEBRERO

   Al llegar al puente, le entregó el ramo de flores a Claudia. Mario, nervioso, miraba todos los lugares posibles, menos sus ojos. Claudia, por su parte, no retiraba la mirada del ramo. “Hay una abeja”, le dijo. Mario sacudió la rosa y el insecto salió volando. Claudia cogió el ramo. Se fueron agarrados de la mano a un café. Allí se besaron y se acariciaron. Se dijeron algunas palabras bonitas. Luego, fueron al cine, colocándose en las filas de atrás para jugar con sus manos. Tomaron una copa y se despidieron. Claudia miró el reloj. Este marcaba las 00:05. Se acercó al contenedor de basura y tiró el ramo. Ya se había acabado el día de los enamorados.

VIVIR ADREDE, Mario Benedetti

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MARIO BENEDETTI, Vivir adrede, Alfaguara, Madrid, 2008, 160 páginas.

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Mientras que Vivir y Adrede contienen textos breves que bajo tintes poéticos fluyen entre la reflexión y el microrrelato, con Cachivaches el ingenio del autor decide desembocar en la cuenca del aforismo.

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PICAZONES Y RASCACIELOS

   Según parece, los cielos sufren a menudo de picazones. Bueno, para eso están los rascacielos. A ciertos cielos tenebrosos, como el de Nueva York, los rasca el Empire State Building, que ha suplido en esas funciones a las desdichadas Torres Gemelas. Por su parte, al humilde cielo de Montevideo, que también sufre de picazones, lo rasca el Palacio Salvo.
   Los rascacielos no desaparecen con antialérgicos; sólo son sensibles a los terremotos.
   A veces, cuándo los rascacielos exageran su trabajo contra el firmamento, entonces llueve, los grandes edificios chorrean y la pobreza abre su paraguas.
   Sé de una muchacha que es un cielo y al parecer le pica el alma. Quiero ser rascacielo.

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Lo consuetudinario es la forma más larga de la costumbre.
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Los presos saben de memoria las arruguitas de la pared.
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Los pordioseros piden por Dios y por Eros.
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En la naturaleza hay paisajes tan hermosos, que uno corre a comprarles un marco.
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Si uno se mira en el río, ya no se encuentra en el lloro.

DESHIELO A MEDIODÍA, Tomas Tranströmer

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TOMAS TRANSTRÖMER, Deshielo a mediodía, Nórdica, Madrid, 2011, 224 páginas.

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En traducción de Roberto Mascaró, este segundo libro publicado por Nórdica contiene los diecisiete haikus de El gran enigna (2004) y el grupo de los Nueve haikus del Hospicio de jóvenes Hallby de Prisión, escritos en 1959, aunque inéditos hasta hace pocos años.
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Vidas mal escritas:
la belleza persiste
como un tatuaje.

HACERSE EL MUERTO, Andrés Neuman

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ANDRÉS NEUMAN, Hacerse el muerto, Páginas de Espuma, Madrid, 2011, 144 páginas.

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En el Apéndice para curiosos, Neuman suma dos nuevos dodecálogos del cuentista a los que ya había concebido cinco años atrás en Alumbramiento.

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EL FUSILADO

   Cuando Moyano, con las manos atadas y la nariz fría, escuchó el grito de «Preparen», recordó de repente que su abuelo español le había contado que en su país solían decir «Carguen». Y, mientras recordaba a su difunto abuelo, le pareció irreal que las pesadillas se cumplieran. Eso pensó Moyano: que solía invocarse, quizá cobardemente, el supuesto peligro de realizar nuestros deseos, y solía omitirse la posibilidad siniestra de consumar nuestros temores. No lo pensó en forma sintáctica, palabra por palabra, pero sí recibió el fulgor ácido de su conclusión: lo iban a fusilar y nada le resultaba más inverosímil, pese a que, en sus circunstancias, le hubiera debido parecer lo más lógico del mundo. ¿Era lógico escuchar «Apunten»? Para cualquier persona, al menos para cualquier persona decente, esa orden jamás llegaría a sonar racional, por más que el pelotón entero estuviese formado con los fusiles perpendiculares al tronco, como ramas de un mismo árbol, y por más que a lo largo de su cautiverio el general lo hubiese amenazado con que le pasaría exactamente lo que le estaba pasando. Moyano se avergonzó de la poca sinceridad de este razonamiento, y de la impostura de apelar a la decencia. ¿Quién a punto de ser acribillado podía preocuparse por semejante cosa?, ¿no era la supervivencia el único valor humano, o quizá menos que humano, que ahora le importaba en realidad?, ¿estaba tratando de mentirse?, ¿de morir con alguna sensación de gloria?, ¿de distinguirse moralmente de sus verdugos como una patética forma de salvación en la que él nunca había creído? No pensaba todo esto Moyano, pero lo intuía, lo entendía, asentía mentalmente como ante un dictado ajeno. El general aulló «¡Fuego!», él cerró los ojos, los apretó tan fuerte que le dolieron, buscó esconderse de todo, de sí mismo también, por detrás de los párpados, le pareció que era innoble morir así, con los ojos cerrados, que su mirada final merecía ser al menos vengativa, quiso abrirlos, no lo hizo, se quedó inmóvil, pensó en gritar algo, en insultar a alguien, buscó un par de palabras hirientes y oportunas, no le salieron. Qué muerte más torpe, pensó, y de inmediato: ¿Nos habrán engañado?, ¿no morirá así todo el mundo, como puede? Lo siguiente, lo último que escuchó Moyano, fue un estruendo de gatillos, mucho menos molesto, más armónico incluso, de lo que siempre había imaginado.
   Eso debió ser lo último, pero escuchó algo más. Para su asombro, para su confusión, las cosas siguieron sonando. Con los ojos todavía cerrados, pegados al pánico, escuchó al general pronunciando en voz bien alta «¡Maricón, llorá, maricón!», al pelotón retorciéndose de risa, oyó el canto de los pájaros, olió temblando el aire delicioso de la mañana, saboreó la saliva seca entre los labios. «¡Llorá, maricón, llorá!», le seguía gritando el general cuando Moyano abrió los ojos, mientras el pelotón se dispersaba dándole la espalda, comentando la broma, dejándolo ahí tirado, arrodillado entre el barro, jadeando, todo muerto.

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TERCER DODECÁLOGO DE UN CUENTISTA

I
Mucho más urgente que noquear a un lector es despertarlo.
II
El cuento no tiene esencia, apenas costumbres.
III
Hay dos tipos de cuento: los que ya saben la historia y los que la van buscando.
IV
La extrema libertad de un libro de cuentos radica en la posibilidad de empezar de cero en cada pieza. Exigirle unidad sería ponerle un candado al laboratorio.
V
La quietud como arte de la inminencia.
VI
La voz decide el acontecimiento, más que viceversa.
VII
Al cuento lo persigue su estructura. Por eso, cada cierto tiempo, conviene dinamitarla.
VIII
Un relato absolutamente redondo atrapa al lector, no lo deja salir. En realidad tampoco le permite entrar.
IX
Todo cuento es oral en primer o segundo grado.
X
Mientras el cuentista perpetra simetrías, sus personajes lo perdonan con sus imperfecciones.
XI
Tentación efectista del final abierto: interrumpirlo en un momento demasiado brillante, clausurarlo en su apertura.
XII
Toda historia que termina a tiempo empieza de otra manera.

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DODECÁLOGO CUARTO: EL CUENTO POSMODERNO

I
Cualquier forma breve podría ser un cuento, siempre que logre crear sensación de ficción.
II
Ausencia de punto de fuga: la frontera entre el relato de ayer y el de mañana.
III
La resolución del argumento y el final del texto mantienen un invisible tira y afloja. Si se impone lo primero, la estructura tiende a Poe. Si se impone lo segundo, tiende a Chéjov. Si se queda en empate, ahí hay algo nuevo.
IV
A estas alturas, desordenar el orden cuenta más que ordenar el desorden.
V
La ausencia de grandes personajes engendra al Gran Personaje: el yo que se narra.
VI
Con el paso de los cuentos, la omnisciencia deserta.
VII
Nos hemos puesto tan hiperhibridantes, que pasado mañana haremos una revolución purista.
VIII
La dispersión como trama, el cruce casual de ramas como árbol.
IX
El hablante elevado a discurso, el narrador como argumento.
X
El presente absoluto como única Historia: la narrativa breve del reset.
XI
Del cuento con sorpresa al cuento con duda.
XII
Hay cuentos que merecerían terminar en punto y coma;

HISTORIAS DE AMOR, Robert Walser

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ROBERT WALSER, Historias de amor, Siruela, Madrid, 2010, 216 páginas.

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En el Epílogo (pp. 197-210) Wolker MIchels reproduce las siguientes palabras de Walser: "Quien no ama no existe, no vive, está muerto. Quien tiene ganas de amar se levanta de entre los muertos; y sólo está vivo quien ama."
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ÉL Y ELLA
       
   Por lo visto hay que considerarlos cultos tanto a él como a ella. Él era persona de mundo, y también ella; él era ingenioso, y no menos lo era ella. Podría decirse que ambos están en el punto álgido de la vida, rodeados por las sonrientes praderas de una cultura superior. Las ganas de saber les llevaron a conocer a multitud de personas y lugares. Ora se asentaban en un lugar, ora en otro, se familiarizaban con toda clase de costumbres, objetos y situaciones, y tan pronto se mostraban pasivos y reservados como activos y locuaces. La mujer se hizo construir una casa a la orilla de un lago e invitó a su amado a ponerse cómodo en su hogar. Él, que la tenía por su parte en gran estima, no sabía si aceptar o rechazar el ofrecimiento. Por lo visto era indeciso, prudente, se movía a tientas y gustaba de sondear y analizar las cosas. En el fondo ella era de una índole parecida, me refiero a que sabía muchas cosas y habitaba con su mente en todas partes. Vivía con el alma en un lugar distinto al que se encontraba físicamente. Amándolo como lo amaba, renegaba de este hecho, de modo que no lo amaba. A él le ocurría lo mismo. Siendo suyo era sin embargo de otra mujer. No sin ignorar que él era ambiguo e inseguro, ella le reprendía. Por su parte, tampoco él la privaba de lo que nadie gusta de oír o ver, de escenas delicadas. A veces, de tanta ternura, no sabían qué decirse. Luego se hacía un silencio que pedía a gritos una ruptura. Se habrá ya advertido que ambos eran egoístas y que preferían la independencia a la falta de libertad. A ella no le hubiera gustado verlo dependiente. El apego puede ser muy molesto. No obstante, si él no pensaba en ella, ella lo tenía por poco cariñoso. En cuanto a él, se alegraba de una independencia, la de ella, que no podía por menos de criticar. Ambos querían erigirse como modelos. En este sentido cada uno escribió un libro. Él leería el de ella y ella leería el de él. Ella escribía como una mujer, él como un hombre, si bien la escritura tiene de suyo un tono muy sutil, es masculina y femenina a un tiempo y emerge de almas dichosas.

SEGUIR UN BUZÓN, Virginia Aguilar Bautista

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VIRGINIA AGUILAR BAUTISTA, Seguir un buzón, Renacimiento, Sevilla, 2010, 88 páginas.

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Además de los haikus barajados a lo largo del poemario, el bloque Coda: Siete postales constituye una colección de tankas.

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APARIENCIA

Puedo fingir
graves obligaciones
si aprieto el paso.

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RONDA

Te guardaré
en estos cinco versos
acartonados.
Me asomaré a la noche
para ver si respiras.

EL JUEGO DE LOS DÍAS CONTADOS, Horacio Vázquez Rial

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El juego de los días contados, Alfaguara, Madrid, 1994, 395 páginas.

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Horacio Vázquez Rial, coordinador de este singular proyecto que recoge historias encontradas “cuyo único rasgo común es el hecho de referir una fecha”, advierte: “El juego de los días contados convierte al lector en creador, en fabulador activo, en autor del próximo capítulo de su propio libro”.
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31 DE AGOSTO
 
   No conservaré menos á vmd. todo el afecto que me será posible, sin que haya mal en ello, y crea vmd. que con toda mi alma le deseo la mayor felicidad. Bien conozco que dejará vmd. de amarme tanto como ahora, y que acaso muy pronto amará a otra más que a mí; pero esto será una penitencia más por la falta que he cometido entregando á vmd. un corazón que no debía dar sino a Dios, y a mi marido, cuando le tenga. Espero que la misericordia divina tendrá compasion de mi debilidad, y que no me dará más castigo que el que pueda soportar.

   Quede vmd. con Dios, y crea firmemente, que si me fuese permitido amar a alguno, hubiera amado solo a vmd. Pero vea vmd. todo lo que le puedo decir, y acaso es más de lo que debiera.

En... a 31 de agosto de 17...

PIERRE CHODERLOS DE LACLOS, Las amistades peligrosas

CUADERNO DE LA NOCHE, Inka Martí

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INKA MARTÍ, Cuaderno de la noche, Atalanta, Girona, 2011, 159 páginas.
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Finales de abril

El desván y las rosas
       
   En este sueño tengo de mí misma una imagen indefinida, soy la niña que fui y la mujer que soy.
   Me encuentro sola en un desván; es una gran sala con suelo de madera vieja, con ventanales altos y alargados. Curiosamente está vacía y, además, muy limpia, algo que me llama la atenclon; se supone que es un lugar al que no accede nadie desde hace tiempo, así que debería de estar polvoriento y repleto de cachivaches. Oigo unos ruidos y aparece un hombre mayor, muy afable, que tiene aspecto de ser un hombre muy antiguo. Me explica que forma parte de un grupo de personas que viven ocultas en aquel lugar. Le pregunto a qué se dedican y me responde que cultivan rosas. Le replico que me parece muy raro cultivar rosas en un desván, sin tierra. Pero él insiste en que cultivan rosas preciosas y, como si fuera un mago, me muestra una que lleva escondida detrás de la espalda.

HISTORIAS DEL MANDAMÁS, David Lagmanovich

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DAVID LAGMANOVICH, Historias del Mandamás, Macedonia, Morón, 2009, 65 páginas.


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RUPTURA

 Me dices que estás harta de mí, que ya no puedes soportar mi presencia ni mis palabras, que quieres tu libertad y, en consecuencia, que me abandonarás para siempre. Sea, pero suponiendo que todo eso sea cierto ¿cómo es posible que el otro a quien ahora dices querer sea mi fiel copia en carbónico, alguien cuyo único rasgo notorio es parecerse a mí?  

EL CUADERNO DE CORTO MALTÉS, Tomás Pavón

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TOMÁS PAVÓN, El cuaderno de Corto Maltés, Los Libros del Oeste, Badajoz, 1999, 58 páginas.

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ÚLTIMA ESCALA

   Un viaje nunca concluye en las costas de la última escala. Prosigue en la memoria, y el trayecto recorrido viene a ser como el mapamundi que se consulta previamente, antes que el recuerdo suelte amarras. En realidad, el patrimonio del viajero no es más que eso: las vivencias y unos cuantos amigos junto a los que evocarlas tomando unos tragos.
   Un viaje tampoco se inicia en el momento de la partida. Se imagina mucho antes. Se va pensando en los días previos, lentamente, y luego esos días constituyen una parte esencial del viaje, aunque se perciban un tanto impropios, un tanto ajenos y desoladores.
   Al ordenar nuestros viejos mapas, ya estamos viajando. Al seleccionar los libros que irán en nuestra mochila, nos encontramos en pleno viaje. La geografía jamás delimita nuestro itinerario. El viaje comienza en el mismo punto que los sueños y acaba cuando acaba la vida.

LA ATRACCIÓN DEL FRACASO, Egolastra

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EGOLASTRA, La atracción del fracaso, Bubok, 2011, 120 páginas.

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Con un centro de gravedad que oscila entre el aforismo y el microrrelato, sin olvidar alguna mirada hacia latitudes más poéticas, el conjunto filtra la frustración y el desencanto cotidianos a través de un renovado prisma que, si en algo fracasa, es en no lograr remitir el interés del lector.

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PLAN DE FUGA

Ya que esto no tiene sentido, será mejor que nos pongamos de acuerdo y la próxima vez que salgamos huyendo el uno del otro no lo hagamos en la misma dirección.

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DEFECTO DE SERIE

El pudor es un bozal que muerde a deshoras.

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HAIKU MY FRIEND

—Maestro, ¿qué hacer? 
—Sólo deja a las cosas
que sean ellas

UNIVERSOS ÍNFIMOS, Juan Romagnoli

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JUAN ROMAGNOLI, Universos ínfimos, Tres fronteras, Murcia, 2009, 192 páginas.

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INDICIOS
       
   No es fácil perseguir centauros. Como ya nadie cree en ellos, se debe preguntar con sutileza, en forma indirecta:
   —¿Ha visto usted pasar por aquí a una hermosa yegua negra con manchas blancas?
   O bien:
   —¿Ha visto usted pasar por aquí a una hermosa muchacha de cabellos dorados y rosados pechos al viento?
   La respuesta nunca será un sí rotundo y, las más de las veces, será negativa.
   Sin embargo, muy de tanto en tanto, cuando estamos a punto de abandonar la búsqueda y, desilusionados, emprender el retorno, el interlocutor ocasional de algún pueblito poco frecuentado se quedará en silencio frente a nosotros, con la mirada iluminada y distante, definitivamente enamorado y dichoso, con una gota de rocío a modo de beso en la mejilla e incapaz de pronunciar palabra alguna.
   Entonces sabremos que vamos por el camino correcto.

PALINDROMA, Juan José Arreola

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JUAN JOSÉ ARREOLA, Palindroma, Joaquín Mortiz, México D.F., 1974 (1971), 160 páginas.

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RECETA CASERA

   Haga correr dos rumores. El de que está perdiendo la vista y el de que tiene un espejo mágico en su casa. Las mujeres caerán como las moscas en la miel.
   Espérelas detrás de la puerta y dígale a cada una que ella es la niña de sus ojos, cuidado de que no lo oigan las demás, hasta que les llegue su turno.
   El espejo mágico puede improvisarse fácilmente, profundizando en la tina de baño. Como todas son unas narcisas, se inclinarán irresistiblemente hacia el abismo doméstico.
   Usted pude entonces ahogarlas a placer o salpimentarlas al gusto.

TEATRO DE CENIZA, Manuel Moyano

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MANUEL MOYANO, Teatro de ceniza, Menoscuarto, Palencia, 2011, 128 páginas.

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En el Prólogo (p. 7-8), Luis Alberto de Cuenca advierte: "Leer Teatro de ceniza supone una inmersión en el universo del asombro".
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DESPROPORCIÓN

   Vació el bidón de arsénico en la planta potabilizadora que abastecía a toda la ciudad. Sabía que su mujer siempre bebía agua del grifo.

CUENTOS DEL PUEBLO JUDÍO, Ben Zimet

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BEN ZIMET, Cuentos del pueblo judío, Sígueme, Salamanca, 2002, 222 páginas.

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DÓNDE HABITA DIOS

   La madre de un nniño muy despierto, muy inteligente, lo llevó un día a casa del rabino jasídico de la villa. Uno de los discípulos del rabino se burló del niño diciéndole:
   —Querido Yankl, te doy un florín si me dices dónde habita Dios.
   —Y yo—contestó el niño-te doy dos si me dices dónde no habita. 

LAS CIUDADES INVISIBLES, Italo Calvino

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ITALO CALVINO, Las ciudades invisibles, Siruela, Madrid, 1994 (1972), 176 páginas.

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LAS CIUDADES Y LA MEMORIA. 2

   Al hombre que cabalga largamente por tierras agrestes le asalta el deseo de una ciudad. Finalmente llega a Isidora, ciudad donde los palacios tienen escaleras de caracol incrustadas de caracolas marinas, donde se fabrican con todas las reglas del arte catalejos y violines, donde cuando el forastero está indeciso entre dos mujeres siempre encuentra una tercera, donde las peleas de gallos degeneran en riñas sangrientas entre los que apuestan. En todas estas cosas pensaba el hombre cuando deseaba una ciudad. Isidora es, pues, la ciudad de sus sueños; con una diferencia. La ciudad soñada lo contenía joven; a Isidora llega a edad avanzada. En la plaza hay un murete desde donde los viejos miran pasar la juventud: el hombre está sentado en fila con ellos. Los deseos ya son recuerdos.

LLÁMALO DESORDEN, Jesús Chamarro Calvo

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JESÚS CHAMARRO CALVO, Llámalo desorden, Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2002, 176 páginas.

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   No lo puedo evitar, es así, y no me avergüenzo de ello. Siento un miedo irracional, uno de esos clásicos miedos contra los que no se puede hacer nada, un miedo que me atenaza y que no puedo controlar de ninguna de las maneras. Yo —aunque suene ridículo, no me importa reconocerlo— nunca me he atrevido a descolgar el auricular de un teléfono. La razón es bien sencilla, creo que ustedes la entenderán: siempre he pensado que cuando me lo acercara al oído, alguien, al otro lado, empezaría a insultarme y a mofarse de mí.
   Un día, en la consulta de uno de los múltiples psicólogos que he visitado para superar este trauma, descubrí que, quizá, la raíz del problema se remontara a mi más tierna infancia, ya que recuerdo, como si fuera hoy, que mis padres me dijeron que cuando estuviera solo en casa no cogiera el teléfono y, cuando estuvieran ellos, tampoco. Me explicaron que eso era cosa suya. Estos datos no resultaron ser tan reveladores como a mí me parecieron en un primer momento y los especialistas no pudieron extraer ninguna conclusión válida que me ayudara a vencer mi problema.
   También he comentado, repetidas veces y a varios expertos en el tema, que en sueños, a menudo, sí que se había dado el caso de que me insultaran, vilipendiaran y se rieran de mí. Normalmente, en esas ocasiones, una voz desconocida me llamaba «gilipollas» (el insulto que, asombrosamente, más se repetía),pero también «hijo de puta», «tonto de los cojones», «mamón» u otras lindezas de este calibre. Repito que eso sólo me ha sucedido en sueños, en la vida normal (cuando digo «normal» quiero decir despierto o «en vigilia», como les gusta decir a los especialistas), nunca.
   Realmente, esto que me sucede a mí puede parecer una tontería, una ridiculez. Lo sé, y lo único que puedo decir es que sólo el que lo padece conoce la verdadera dimensión de este sufrimiento, el cual no se lo deseo ni al peor de mis enemigos. Imaginen, por un momento, que al sonar el teléfono empezaran a temblar, a tener sudores fríos, a latirles el corazón como si se les fuera a salir por la boca. Sí, sí, imagínenlo y sabrán el verdadero infierno en que vivo. A veces, incluso he llegado a romper algunos objetos con las manos (jarrones, figuritas de porcelana o cuadros), debido a tanta tensión como se me ha acumulado en el cuerpo al oír el estridente sonido del aparato telefónico.
   Así las cosas, se pueden imaginar que todas las personas que quieran comunicar conmigo por vía telefónica tienen que llamar cuando algún miembro de mi familia se encuentre en casa (así ellos cogen el auricular y me lo pasan cuando ya saben de quién se trata), o bien, dejarme un mensaje en el contestador. Esta situación es tan grave que, incluso, mi mujer y mis hijos nunca han hablado conmigo utilizando el malévolo invento del señor Alexander Graham Bell. Cuando ellos quieren comunicarme algo, me mandan un mensaje al «busca», y si yo quiero decirles cualquier cosa, le digo a Marysleiys, mi eficiente secretaria, que les llame.
   Sin duda, creo que ahora, después de leer mis palabras, se harán una idea aproximada de mi dolor y profunda amargura, pero estoy convencido de que esto va a cambiar. Ayer, el día de mi cuarenta y cinco cumpleaños, comprendí que esta situación no podía continuar así. Por la tarde estuve solo en casa y, como se imaginarán, no pude contestar a ninguna de las llamadas, supongo que de felicitación, que recibí. Me sentí profundamente ridículo y triste, por eso he pensado coger el toro por los cuernos, enfrentarme a ese miedo irracional de frente, cara a cara. A partir de ahora voy a coger el auricular e insultar yo primero, por si acaso.

E-NANOS, Laura Nicastro

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LAURA NICASTRO, E-nanos, Macedonia, Morón, 2010, 70 páginas.

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CORRECTOR LÍQUIDO

   Mientras trabajó como secretaria, tenía sueños maravillosos. Los recordaba al despertar y durante el día, al pensar en ellos, se equivocaba. En esa época usó grandes cantidades de corrector líquido.
   Cierta vez prescindieron de sus servicios. Siguió teniendo sueños maravillosos, pero como la secretaria y el corrector líquido se le habían metido adentro, a medida que despertaba los sueños se le iban borrando y sólo sabía, por el espacio en blanco que dejaban, que habían estado allí.

LA VIDA EN MINÚSCULA, Alfred Polgar

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ALFRED POLGAR, La vida en minúscula, Acantilado, Barcelona, 2005, 152 páginas.

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HISTORIA SIN MORALEJA

   El pasado domingo, a las tres, Leopold, estudiante de bachillerato, dijo que tenía que salir porque el autobús para ir al partido de fútbol salía a las tres y cuarto
   —¿Y tus deberes para mañana?— le preguntó su madre.
   —Ya los haré por la noche.
   La tía Alwine opinó que era una lástima tener que pagar el billete del autobús, porque una persona joven como él podía perfectamente ir a pie.
   Llegó la noche y Leopold todavía no había vuelto a casa. Después se enteraron de que el autobús, que había salido puntualmente a las tres y cuarto, se había despeñado por un barranco, y de que todos sus ocupantes habían resultado gravemente heridos.
   La madre, una vez recuperada del desmayo, empezó a lamentarse por haber permitido a Leopold dejar para la noche sus deberes escolares. Ahora le tocaba pagar su debilidad de madre.
   Su padre se puso a maldecir el condenado partido de fútbol y toda aquella locura del deporte.
   La tía Alwine chilló: «¿No habría podido ir a pie, como los chicos de su edad?»
   Su marido movió con solemnidad la cabeza: «Hoy es tres de agosto, el día en que murió nuestro abuelo, que en paz descanse. Tendríamos que haber pensado en ello.»
   La abuela materna dijo para sus adentros: «Hace poco, lo pillé diciendo una mentira. Le reñí: “Decir mentiras es pecado y quien peca debe ser castigado.” El se rió de mí...»
   La criada le dijo al carbonero: « ¡Lo ves, lo ves! Cuando te he dicho que esta mañana había visto pasar un gato negro, te has puesto a reír...»
   Después, la criada fue a ver al portero para comentar con él la desgracia.
   —Sí, claro—dijo—. Primero querían ir de excursión. Pero como la modista no había acabado aún el vestido de la señora, al final se han quedado en casa. Por un cochino trapo...
   La mujer del portero sentenció: «El domingo es día de quedarse en casa, padres e hijos... Pero la gente bien ya no tiene vida familiar.»
   Emma, una de las dos dependientas de la confitería de al lado, se arrepentía amargamente de su mojigatería. Si no le hubiera dicho que no, el jovencito habría pasado, el pobre, la tarde con ella en vez de ir al fútbol.
   Bobby, el dobermán, pensó: «Ayer me pegó una patada. Mi primer impulso fue morderle una pierna. ¡Qué lastima no haberlo hecho! De esa manera, no habría podido ir al fútbol.»
   Al anochecer llegó a casa, divertido, Leopold. Todo aquello del partido de fútbol se lo había inventado. En realidad había ido con Rosa, la otra dependienta de la confitería, a una fiesta campestre que, al parecer, había transcurrido de modo francamente satisfactorio.
   La madre abrazó a su hijo con una ternura sin límites.
   Su padre le pegó un par de bofetadas.
   La abuela materna juntó las manos y rezó en silencio: «Gracias, Dios mío, por haber permitido que volviera a mentir.»

AEROLITOS, Carlos Edmundo de Ory

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CARLOS EDMUNDO DE ORY, Aerolitos, El Observatorio, Madrid, 1985, 112 páginas.

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Volumen que recopila por primera vez en español los aerolitos, término con el que el autor denomina a sus propias miniaturas aforísticas y que, en palabras de Miguel A. Zapata, contienen "la representación de lo esencial, de lo despojado, de lo ascético, sin renunciar al lirismo de la imagen y el sonido redondos". De la versión francesa (Rougerie, París, 1962), realizada por su primera mujer, Denise Breuilh, se toma el Prefacio de Marcel Bélau y su sugerente consejo para recibir la huella incandescente de unos fragmentos que extrañan, despiertan y alumbran el cielo del lector: "oírlos solamente como se mira una flor, sorprendido por su perfume".

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Los pájaros son pensamientos perfectos.
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La amargura sinfónica de la Imposibilidad.
***
En la aurora de los tiempos, de la boca de los hombres salían otras cosas antes que palabras.
***
La luna fue en otros tiempos una aberración de la mirada.
***
La vida son los guantes de la muerte.
***
Seguir adelante, seguir extraviándose.
***
La utopía es la dignidad de la acción condenada.
***
Mi pérdida de sueños como se pierde sangre.
***
Mi rostro surcado de arrugas, ¡qué digo!, de cicatrices.
***
Venecia, cementerio mojado de besos.

LA SALIVA DEL TIGRE, Pablo Gonz

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PABLO GONZ, La saliva del tigre, 20:13, Valdivia, Chile, 2010, 74 páginas.

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HACIA ADENTRO

Huyendo del ruido de la gran ciudad, aquel hombre se instaló en un bosque. Y le fue bien hasta que se hartó del maullido de su gata. La regaló a unos amigos. Pronto empezó a molestarle también el sonido de las ramas de los árboles. Los podó. Y el viento sur en las ventanas. Las cegó. Con el aislamiento del tejado pudo evitar el repiqueteo de la lluvia en las planchas de zinc. Pero de noche aún lograba percibir el ulular apagado del bosque, los tenues crujidos de las paredes y las raudas carreras de las arañas. Por eso, tomó una determinación drástica: calentó un croché al rojo y se perforó los tímpanos. El silencio fue perfecto durante algunas semanas. Más tarde comenzó a oír las voces.

AFLORISMOS, Carlos Castilla del Pino

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CARLOS CASTILLA DEL PINO, Aflorismos, Tusquets, Barcelona, 2011, 192 páginas.

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En la Presentación (p. 9-12) de este volumen subtitulado Pensamientos póstumos, Celia Fernández Prieto desvela la clave: "Estos "aflorismos" [...] enlazan por una parte con ese gusto por el pensamiento que aflora y que sintetiza inesperadamente aquello cuya cristalización verbal se perseguía un poco a tientas".

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El valor de la obra de arte está en lo que nos descubre cada vez que la miramos. El arte es un método para descubrir lo inagotable del objeto representado.
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La poesía es el intento de verbalizar el sentimiento que nos provoca un objeto (externo interno). Por eso, poesía es intimidad. El que sea buena o mala es otra cuestión de carácter estético, pero ni siquiera la mala poesía deja de tener ese carácter funcional.
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La memoria es un instrumento con el que nos hacemos: somos lo que recordamos.
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¿La vida? Una de dos: o nos la hacemos o nos la hacen.
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La vida no da tanto de sí como para acumular toda la experiencia que deseamos. Para eso está la novela. La novela tiene, pues, una función ortopédica: sustituye las vidas que hubiéramos deseado vivir.
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Más que la búsqueda directa de la felicidad, que es utopía, debemos desprendernos de lo que nos hace infelices.
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La felicidad —ya me entienden— no se la encuentra; se construye.

LA PRIMERA VEZ..., José María Bastús

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JOSÉ MARÍA BASTÚS, La primera vez..., Fundamentos, Madrid, 1994, 208 páginas.

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LA CHICA DE LA GUITARRA

Era una madrugada de un tórrido verano veneciano. En la Plaza de San Marcos, las orquestinas se silenciaron y los turistas se perdieron por las recoletas calles y rincones.
En las escalinatas que conducen a las góndolas vi a una bellísima muchacha de menos de veinte años. Posiblemente la miré con demasiada insistencia, porque con tono y gesto bastante desafiante me dijo:
—¿Deseas hacer el amor conmigo?
—¿Por qué estás enfadada?
—¿Por qué me miras tanto?
—Porque eres guapa, joven, vistes una blusa de lunares y llevas una guitarra.
—¿Y por eso me miras?
—Además, porque me gustaría charlar contigo un rato.
—Eres viejo y me molestas.
—Eres joven, de mal genio y tienes cara de hambre. Te invito a comer algo, si quieres.
—¿Y no me molestarás?
—Si quieres tocar la guitarra...
—¿Sólo?
—Sólo.
—Acepto.
—Vamos.
Judy resultó ser una dulce y cálida muchacha de Texas que viajaba por Europa acompañada por su guitarra. Y que con falsa agresividad escondía sus sentimientos.
Durante tres días vino a buscarme al hotel veneciano. Como era natural, acompañada de su inseparable guitarra.
—Vienes a verme únicamente porque tienes mucho apetito.
—Nunca tuve un abuelo rico para ir a buenos restaurantes.
Judy toca la guitarra con gran habilidad, pero más que guitarrista es poeta.
La última de las madrugadas, en las escalinatas de San Marcos, le pregunté sobre los recuerdos de su primera experiencia sexual. Y esa rapsoda de la noche acompasó los sonidos de su guitarra al chapoteo del agua. Me dedicó una enigmática mirada, alzó su rostro hacia las estrellas, y yo supe lo que era luz de luz. Deseada, susurró.
—Espero..., ¿sin esperanza?, un destino de aventura y de leyenda.
—Puede estar en una de esas góndolas —dije.
Ella dejó de mirar a las estrellas, enderezó los torneados muslos para acomodar su guitarra, y el aire veneciano esparció la música y las palabras de la dulce y cálida Judy.
—Góndolas amarradas, sin gondoleros, crujen unas contra otras... Son negras, misteriosas y siniestras como algunos canales de Venecia... Estiran sus largos cuellos dentados para contarse las viejas historias de muerte y amor en las oscuras noches de los canales estrechos.. Esperan, sin, esperanza, un destino de aventura y de leyenda.
—Nunca te olvidaré —yo le dije.
—¿Qué tal son los restaurantes de Madrid? —ella me contestó.

EL CIELO A MEDIO HACER, Tomas Tranströmer

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TOMAS TRANSTRÖMER, El cielo a medio hacer, Nórdica, Madrid, 2010, 272 páginas.

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En Tomas Tranströmer. Las consolaciones de la poesía (pp. 7-13), Carlos Pardo señala que en los ochenta, cuando el poeta se acerca al haiku, adelgaza su escritura "hasta convertir el poema en un trazo que da a lo contingente cualidades de milagro".  Esta antología de la poesía del Premio Nobel de Literatura 2011, de cuya traducción es responsable de Roberto Mascaró, contiene también un libro del 2003: 29 haikus y otros poemas.
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Se cayó el techo
y los muertos me ven.
Este es el rostro.

SAÑA, Margo Glantz

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MARGO GLANTZ, Saña, Pre-Textos, Valencia, 2007, 256 páginas.

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SOLEDAD

Una vez hubo una virgen menopáusica que decidió liberarse tanto del adjetivo como del sustantivo y darse a la aventura como los personajes de Julio Verne. Sólo encontró al pájaro roc, el cual, según la leyenda, pone un huevo inmenso y blanco en el desierto, a cuyo pie la sombra es tan amarga como la soledad.

EL ESTEREOSCOPIO DE LOS SOLITARIOS, Juan Rodolfo Wilcock

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JUAN RODOLFO WILCOCK, El estereoscopio de los solitarios, Edhasa, Barcelona, 2000, 185 páginas.

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EL VANIDOSO

   Fanil tiene la piel y los músculos transparentes, tanto que se pueden ver los distintos órganos de su cuerpo, como encerrados en una vitrina; algunos aparentemente en reposo, otros animados de un ritmo peculiar, pero en realidad todos en continua y secreta actividad; lo que, por una serie de motivos, lo vuelve extremadamente desagradable. Sobre todo porque Famil ama exhibirse, y exhibir sus vísceras: recibe a los amigos en traje de baño, se asoma a la ventana con el torso desnudo, se acuesta en el sillón, primero panza abajo, después panza arriba, para que todos puedan admirar el funcionamiento de sus órganos, el color rojo del corazón, el color violeta del hígado, el gris verdoso de los intestinos y el amarillo de ciertas glándulas que ni siquiera él sabe cómo se llaman. Los dos pulmones se inflan como un soplido, el corazón late, las tripas se contorsionan lentamente y la sangre, como un velo carmesí, corre y se vierte por doquier; él hace alarde de eso, y como al parecer goza de óptima salud, a sus amigos ni siquiera les queda el consuelo de descubrir en sus órganos los síntomas incipientes de alguna enfermedad atroz.
   Pero siempre es así: cuando una persona tiene una peculiaridad, en vez de esconderla, alardea y a veces llega a hacer de ella su razón de ser. Fanil bien podría vestirse como todos los demás: si se dejara crecer la barba, con un grueso par de anteojos oscuros, conseguiría quizá pasar inadvertido. Pero él tiene que exhibirse, como si después de todo no tuviésemos todos un corazón, un estómago y dos pulmones. Llegará el día, así al menos lo espenn sus amigos, en que alguien dirá: «Oye, ¿qué es esta mancha blanca que tienes aquí, debajo de la tetilla? Antes no estaba».Y entonces se verá adónde van a parar sus desagradables exhibiciones.

UN DIEZ. ANTOLOGÍA DEL NUEVO CUENTO CATALÁN

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Un diez. Antología del nuevo cuento catalán, Páginas de espuma, Madrid, 2006, 192 páginas. Edición de Care Santos.

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Tomando como referencia el censo de escritores activos en Cataluña, Care Santos adopta un enfoque original en su prólogo al dedicar Unas palabras a los otros 1509 autores que no se incluyen en la antología. Entre los criterios y tendencias para realizar la selección, la editora subraya una "clara predilección por el microrrelato" que no se disimulará en las páginas siguientes.

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EL VIAJE

   Les habían prometido un paraíso, un lugar en el cual vivirían felices, donde tendrían una tierra para trabajarla, donde nadie les explotaría.
   Los embarcaron en un gran barco. Y fue en este punto en el cual los más inteligentes empezaron a sospechar. Todos eran cojos, ciegos, sordos, mudos o con algún defecto físico o psíquico, incluso el capitán y los tripulantes.
   Cuando llevaban un día y medio de viaje, una fuerte explosión hundió la nave en mitad del océano.

ALBERT CALLS I XART

APUNTES 1992-1993, Elias Canetti

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ELIAS CANETTI, Apuntes 1992-1993, Anaya & Mario Muchnik, Madrid, 1997 (1996), 132 páginas.

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Demasiado recuerdo. Empezado lo más, sucedido lo menos. Un libro de recuerdos de cosas empezadas.
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En el pasado todo el mundo se vuelve tierno.
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Nadie que nos haya abierto su corazón tolera que se olvide algo de lo dicho.
Sin embargo, se dice que los confesores deben olvidar en seguida.
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El recuerdo engaña, y precisamente este engaño es importante.
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Uno juega con las ideas para que no se ensamblen.
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Mientras respiro, escribo. Pero, ¿escucho todavía?
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Las máquinas no son lo suficiente enigmáticas como para creer en ellas.
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Callar la boca y no enmudecer. La cuadratura del espíritu.
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Él sabe que todo está escrito en el viento. Pero escribimos para respirar.
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De quien mucho dice se olvida incluso lo poco que podría quedar.

CÁPSULAS MÍNIMAS, Orlando Romano

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ORLANDO ROMANO, Cápsulas mínimas, Macedonia, Morón, 2008, 88 páginas.

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ARTE Y VIDA

   En el bar se me acercó uno de mis lectores. Comentó que un relato mío —el de seis bebés decapitados por su madre— lo tenía preocupado; quería saber si se trataba de un hecho real. "Naturalmente", le respondí. "Gracias al cielo", respondió aliviado y agregó: "Sería espantoso que la mente humana fuese capaz de inventar algo tan abominable".

DE LÁGRIMAS Y DE SANTOS, E. M. Cioran

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E. M. CIORAN, De lágrimas y de santos, Tusquets, Barcelona, 1994 (1937), 120 páginas.

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El límite de cada dolor es un dolor aún mayor.
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Escucho el silencio y no logro ahogar su voz, que proclama: todo está acabado. Estas mismas palabras han presidido el comienzo del mundo, puesto que el silencio lo ha precedido...
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El Eclesiastés es un muestrario, una revelación de verdades a las que la vida, cómplice de todo lo que es «vano», resiste encarnizadamente.
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Las lágrimas son el criterio de la verdad en el mundo de los sentimientos. Las lágrimas y no los llantos. Existe una disposición para las lágrimas que se expresa mediante una avalancha interior. Hay iniciados en materia de lágrimas que nunca han llorado realmente.
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La conclusión de toda religión: la vida como una pérdida de alma.
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El único argumento contra la inmortalidad es el aburrimiento. De ahí proceden, de hecho, todas nuestras negaciones.
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Esa fuerza que nos hace estrechar a Dios contra nuestro corazón como si fuera un ser querido en la agonía, a fin de obtener de Él una última prueba de amor, y encontrarnos luego con su cadáver en los brazos...
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Cuando busco una palabra que me agrade y me entristezca a la vez, sólo encuentro una: olvido. No acordarse ya de nada, mirar sin recordar, dormir con los ojos abiertos sobre el Incomprendido...