LEY DE VIDA, David González

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DAVID GONZÁLEZ, Ley de vida, DVD, Barcelona, 1998, 90 páginas.
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En Ley de vida suceden a los poemas distintos relatos, muchos de breve extensión.
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ZUMO DE NARANJA
        
   Apenas te sostienes de pie. Son cinco días ya sin probar bocado. Los dos últimos, además, sin beber nada.
   Una huelga de hambre en plan salvaje.
   Piensas constantemente en comida. En la comida de la cárcel. En el agua tibia con lentejas. En los garibolos, que podrían servir muy bien para el juego de las canicas. En el arroz viscoso: prueba a tirarlo contra la pared y verás como se queda allí pegado. En las patatas fritas, frías y revenidas. En los huevos fritos, sin yema, cachos de cáscara unidos a la clara.
   El Mellado entra en la celda. Lleva una naranja en la mano. La naranja más grande que has visto en tu vida. Se la pasa de una mano a la otra. La lanza al aire. La recoge. Te mira. Se cachondea:
   —¿Qué, pringao? ¿Cómo lo llevas? ¿Todavía no te has muerto?
   Se apalanca en la cama, a tu lado, y se pone a pelar la naranja. La pela despacio. Sin ninguna prisa. Cuidadosamente. Las mondas las arroja al suelo. No puedes apartar la mirada de sus uñas llenas de roña. El jugo de la naranja le resbala por ios dedos sucios y él deja por un momento de pelar y se los chupa, haciendo todo el ruido de que es capaz, haciéndolo adrede. Se pasa la lengua por los labios, relamiéndose, como lo perra que es. Algunas gotas han caído sobre la almohada, muy cerca de tu cara, demasiado cerca.
   Termina de mondar la naranja, la acerca a ios labios, abre la boca, y cuando va a pegarle el primer mordisco parece arrepentirse; entonces te mira, sonríe:
   —~Quieres que te dé un gajo?
   No. Uno no. Uno es poco. Todos. Los quieres todos. Le arrancas la naranja de las manos y te la llevas entera a la boca. No entra. Te muerdes la lengua, también un trozo de labio. Entonces arrancas los gajos de tres en tres, los llevas a la boca, y para que te entren del todo los empujas con la yema de los dedos. Tienes tanta gusa que los pasas enteros, sin masticar. Lo que masticas son tus propios dedos, tus propias uñas. Te atragantas con las pepitas. Te empapizas. Toses. Te dan arcadas. Te entran ganas de vomitar. Pero sigues devorando la naranja.
   Luego te tiras de cabeza al suelo.
   Todavía tienes que comer las mondaduras.

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