CUENTOS, Hermanos Grimm

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HERMANOS GRIMM, Cuentos, Editorial Juventud, Barcelona, 1971 (1935), 156 páginas. Ilustraciones de Arthur Rackham.
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EL ZORRO Y EL CABALLO

   Un campesino tenía, una vez, un Caballo fiel, pero que se había vuelto viejo y ya no podía trabajar. Su amo le escatimaba la comida. Y al fin le dijo:
   —Ya no puedo utilizarte, aunque todavía te tengo cariño; si me demostraras que tienes fuerza suficiente para traer un León hasta nuestra casa, te mantendría hasta el fin de tus días. Pero, ahora, vete de mi establo.
   Y le abrió la puerta y lo dejó en medio del campo.
   El pobre Caballo estaba muy triste, y buscó en el bosque un cobijo donde resguardarse del viento y la lluvia. Pasó por allí un Zorro, que le dijo:
   —¿Por qué bajas la cabeza y vagas solitario por el bosque?
   —¡Ay de mí! —contestó el caballo—. La avaricia y la honradez no pueden vivir juntas. Mi amo se olvida de todos los servicios que le he prestado durante largos años, y como ya no puedo trabajar, no quiere mantenerme y me ha echado de su establo. 
   — ¿Sin ninguna consideración? —preguntó el Zorro.
   —El único consuelo que me ha dado ha sido decirme que si yo tuviese fuerza bastante para llevarle hasta casa un León, me guardaría y me mantendría; pero bien sabe él que esta hazaña no la puedo hacer.
   Dijo el Zorro:
   —Te quiero ayudar. Échate aquí y estira las patas como si estuvieras muerto.
   El Caballo hizo lo que el otro le dijo, y el Zorro se fue en busca del León, y le contó:
   —En el bosque hay un Caballo muerto. Ven conmigo y verás qué rico bocado.
   El León le siguió, y, cuando hubieron encontrado al Caballo, el Zorro le dijo:
   —Aquí no podrías comértelo cómodamente. Yo te diré lo que tienes que hacer. Te ataré al caballo y así podrás llevártelo a tu guarida y comértelo a tu placer.
   El plan agradó al León, que se colocó muy quieto cerca del Caballo, mientras el Zorro le ataba a él. Ataba el Zorro las cuatro patas del León con la cola del caballo, tan juntas y tan prietas y con unos nudos tan fuertes, que a la fiera le era imposible moverse. Cuando acabó su trabajo, dio una patada en el lomo del Caballo y dijo:
   —¡Vamos, amiguito! ¡Adelante!
   Entonces el Caballo se alzó y echó a correr, arrastrando al León tras de sí. Enfurecido el León, rugía tan fuerte que todos los pájaros del bosque se aterrorizaron y echaron a volar. Pero el Caballo le dejó rugir y no se detuvo hasta estar ante la puerta de su amo.
Y cuando el amo le vio llegar con el León prisionero, se entusiasmó y le dijo:
   —Ahora te quedarás conmigo por todos los días de tu vida.
   Y le alimentó, hasta que el Caballo murió.

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