PAPELES INESPERADOS, Julio Cortázar

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JULIO CORTÁZAR, Papeles inesperadosAlfaguara, Madrid, 2009, 488 páginas.
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Este voluminoso libro, de cuya edición son responsables Aurora Bernárdez y Carlos Álvarez Garriga, contiene múltiples piezas breves, como estos tres relatos de Historias de cronopios y famas u otros textos de  Un tal Lucas.
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NEVER STOP THE PRESS

   Un fama trabajaba tanto en el ramo de la yerba mate que -no-le-quedaba-tiempo-para-nada. Así este fama languidecía por momentos, y alzando-los-ojos-al-cielo exclamaba con frecuencia: “¡Cuán sufro! ¡Soy la víctima del trabajo, y aunque ejemplo de laboriosidad, mi-vida-es-un-martirio!”
   Enterado de su congoja, una esperanza que trabajaba de mecanógrafo en el despacho del fama se permitió dirigirse al fama, diciéndole así:
   —Buenas salenas fama fama. Si usted incomunicado causa trabajo, yo solución bolsillo izquierdo saco ahora mismo.
   El fama, con la amabilidad característica de su raza, frunció las cejas y estiró la mano. ¡Oh milagro! Entre sus dedos quedó enredado el mundo y el fama ya no tuvo motivos para quejarse de su suerte. Todas las mañanas venía la esperanza con una nueva ración de milagro y el fama, instalado en su sillón, recibía una declaración de guerra, y/o una declaración de paz, un buen crimen, una vista escogida del Tirol y/o de Bariloche y/o de Porto Alegre, una novedad en motores, un discurso, una foto de una actriz y/o de un actor, etc. Todo lo cual le costaba diez guitas, que no es mucha plata para comprarse el mundo.

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VITALIDAD
   Un pobre cronopio va en su automóvil y al llegar a una esquina le fallan los frenos y choca contra otro auto. Un vigilante se acerca terriblemente y saca una libreta con tapas azules.
   —¿No sabe manejar, usted? —grita el vigilante.
   El cronopio lo mira un momento, y luego pregunta:
   —¿Usted quién es?
   El vigilante se queda duro, echa una ojeada a su uniforme como para convencerse de que no hay error.
   —¿Cómo que quién soy? ¿No ve quién soy?
   —Yo veo un uniforme de vigilante —explica el cronopio muy afligido—. Usted está dentro del uniforme pero el uniforme no me dice quién es usted.
   El vigilante levanta la mano para pegarle, pero en la mano tiene la libreta y en la otra mano el lápiz, de manera que no le pega y se va adelante a copiar el número de la chapa. El cronopio está muy afligido y quisiera no haber chocado, porque ahora le seguirán haciendo preguntas y él no podrá contestarlas ya que no sabe quién se las hace y entre desconocidos uno no puede entenderse.

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ALMUERZOS

   En el restaurante de los cronopios pasan estas cosas, a saber que un fama pide con gran concentración un bife con papas fritas, y se queda deunapieza cuando el cronopio camarero le pregunta cuántas papas fritas quiere.
   —¿Cómo cuántas? —vocifera el fama—. ¡Usted me trae papas fritas y se acabó, qué joder!
   —Es que aquí las servimos de a siete, treinta y dos, o noventa y ocho —explica el cronopio.
   El fama medita un momento, y el resultado de su meditación consiste en decirle al cronopio:
   —Vea, mi amigo, váyase al carajo.
   Para inmensa sorpresa del fama, el cronopio obedece instantáneamente, es decir que desaparece como si se lo hubiera bebido el viento. Por supuesto el fama no llegará a saber jamás dónde queda el tal carajo, y el cronopio probablemente tampoco, pero en todo caso el almuerzo dista de ser un éxito.

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