APARIENCIAS, José Cereijo

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JOSÉ CEREIJO, Apariencias, Renacimiento, Sevilla, 2005, 164 páginas.

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LA ROPA

   Después de ducharse se mira, desnudo, en el espejo de luna del armario. Tiene cuarenta y tres años; aparenta, quizá, cinco o seis menos. Observa, con mirada crítica y distante, el principio de barriga, las primeras canas —también en el pubis—, la cara, que nunca le ha gustado. Escoge el menos viejo de los calzonci­llos, azul, con rayas negras. Nunca ha sido demasiado cuidadoso con su guardarropa. Por un momento se le ocurre la idea de salir y comprarse ropa nueva; sonriendo ligeramente, la descar­ta. Se enfunda después en la camiseta, fina, de manga corta. Tal vez, se dice, el día —es a fines de febrero— sea demasiado frío para aquella ropa. Vuelve a sonreír. Luego coge la camisa, de color gris claro. Es la mejor que tiene. Recuerda la primera vez que se la puso, para una recepción: pequeña vanidad, ahora iró­nica. El par de calcetines negros ha sido mal preparado por la asistenta, que viene los martes y los viernes: son de pares distin­tos, uno más corto que el otro. Piensa en cambiárselos, pero luego decide dejarlo estar. Como homenaje a los martes y los viernes. Saca del armario el traje azul y empieza a ponérselo, pero cambia de idea: demasiado solemne. Se lo quita, y en su lugar echa mano a unos vaqueros, un poco usados, pero aún aceptables. Coge un cinturón negro, elástico, pero, con él en la mano, se acuerda de quién se lo regaló, y lo deja estar. Se decide por uno viejo, de cuero. Termina de vestirse con un jersey de punto, entre azul y gris, regalo de su hermano. El pelo se le desor­dena un poco al ponérselo. Siempre le dicen que se lo peina demasiado, que le sienta mejor así. Bien. Se calza unos zapatos ligeros, casi de verano, y vuelve a mirarse en el espejo. Aprueba lo que ve. Entonces coge el revólver y lo sopesa un instante en la mano; luego lo ajusta con cuidado a la sien, y dispara.

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