POR LAS FRONTERAS DE EUROPA, Mercedes Monmany

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MERCEDES MONMANY, Por las fronteras de Europa, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2015, 1472 páginas.
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En Mercedes Monmany, ¿halcón o Beatriz? Guía del infierno y los paraísos de la literatura europea  (pp. 17-24) Claudio Magris señala que Monmany desmonta la idea de quienes se sirven de la literatura para afirmar "su identidad mediante el rechazo y el odio hacia el Otro". Subtitulado Un viaje por la narrativa de los siglos XX y XXI, la travesía de sus amenas páginas suelta amarras en los países nórdicos y halla el fin a su periplo en Turquía. 
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GONÇALO TAVARES Y SU BARRIO LITERARIO

   El escritor Gonçalo M. Tavares (Luanda, Angola, 1970) que comenzó como poeta, se convertiría en la revelación quizá más original de la literatura portuguesa última. Animal literario por excelencia, un día construyó un hábitat privado y fragmentario, un microcosmos concentrado y lleno de un sentido que lo trascendía, con el objeto de incluir y recoger el eco de otros muchos escritores cómplices y admira­dos, por una razón u otra, que le habían antecedido. Una especie de «baúl lleno de gente», como el que dejó Pessoa.
   Por otro lado, aquel Barrio y aquellos «señores» particulares, eran descritos con una técnica que bebía de otros tantos escritores, incluidos o no, en ese canon o hábitat privado. Por allí se paseaban las píldo­ras aforísticas que recorren la suave ironía del absurdo del polaco Slawomir Mrozek; las creaciones de mundos imaginarios de Italo Calvino, que caminan paralelas a nuestro mundo real; o esas redes secretas, cajas de resonancias filosóficas o vasto conjunto de nombres casi mitológicos, que igualmente sirven de muelle y sujeción en las novelas sin trama del francés Pierre Michon, donde los escritores son, siempre, los personajes de la Historia.
   Cada una de las pequeñas obras de Gonçalo M. Tavares es una enciclopedia autobiográfica y apasionada de la literatura que su autor ha escogido y seleccionado minuciosamente para él mismo fundar un lugar muy preciso y diferenciado. Un lugar propio en el mundo y en su tiempo. Su diccionario privado (como el que el italiano Alberto Savi­nio hizo en su día) se convierte en un homenaje permanente a los que le han antecedido y han hecho de él, sin concesiones y sin extravíos, el escritor que es.
   Como dijo en su día su principal y más cualificado interlocutor en lengua española, Enrique Vila-Matas, Tavares fundó un Chiado literario o barrio de artistas «que jamás arderá». Este Barrio (O Bairro, 2002-2010) hecho a su medida ideal, está habitado, en distintos libros y con distintas cualidades humanas, filosóficas y literarias por El señor Valéry (Paul), El Señor Henri (Michaux), El señor Brecht (Bertolt), El señor Juarroz (Roberto), El señor Kraus (Karl), El señor Calvino (Ita­lo), El señor Walser (Robert), El Señor Breton (André), El Señor Swe­denborg y El señor Eliot (Thomas Stearns). En su microobservatorio estos escritores se acercan o se alejan de la realidad a su gusto, deformándola o ampliándola hasta límites casi ultrasensoriales; dialogan cotidiana y socráticamente sobre lo divino y lo humano, a la manera del Monsieur Teste de Paul Valéry. Tavares sabe que los escritores, una generación tras otra, forman cadenas (cadenas que no se pueden rom­per, bajo amenaza de calamidades inmediatas) y que esas cadenas ayu­dan a sobrevivir y mantener en vida natural, no artificial, a una litera­tura muchas veces esquiva, con mayúsculas que rehúye rutinas y pactos acomodaticios y, sobretodo, «vendas con las que se distrae» de lo que de verdad importa, de lo realmente único y luminoso.
   En su libro Biblioteca (2004) el lector puede recorrer, manzana por manzana, letra por letra, este Barrio, red o familia genética y libresca a lo Borges, que Tavares arrastra, mezcla y remezcla sin cesar como un baúl imprescindible: desde Adolfo Bioy Casares, Blaise Cendrars, Bru­ce Chatwin y Clarice Lispector hasta William Faulkner, William Saroyan y Yukio Mishima pasando por otros cientos. Una gran familia que hace suya con las cualidades y aventuras más insólitas convertidas de repente en microrrelatos poéticos, excéntricos y antirrealistas.
   Otro ciclo de obras —varias de ellas de nuevo con nombre propio en cada título— se uniría al original y muy personal proyecto de Tavares de construcción de un barrio de las letras en el que habitar cómoda mente. Este ciclo, el llamado de «las novelas negras», escrito desde el lado de la oscuridad y de esa maldición histórica que en ocasiones mez­cla de forma fatal masa e individuo, estaría formado por las novelas Un hombre: Klaus Klump (2003, en torno al nazismo), La máquina de Joseph Walser (2004) y Jerusalem (2004). Un ciclo que pertenecería de lleno a la otra cara de la alegría de crear, de la felicidad de los peque­ños momentos y del placer que otorga siempre mi buen rato de lectura.
   Si El Señor Brecht, hombre curioso y peculiar, era un consumado contador de historias que navegaban entre el absurdo y el humor ne­gro, y El Señor Valéry recurría a la lógica y a extraordinarias fábulas filosóficas para solucionar las numerosas contrariedades de la vida co­tidiana, por su parte, El señor Henri —vecino del melancólico y sabio Valéry— es un amante de las estadísticas, de las cifras exactas («de lo esencial») y de los inventos paradójicos («el avión se inventó para que las personas vivieran alejadas unas de otras»). Pero, sobre todo, el se­ñor Henri es amante de la absenta, sobre la que teoriza sin cesar y que él respeta ciegamente como una especie de sexto sentido paralela «Jamás he mezclado absenta y realidad para no empeorar la calidad de la absenta», dice. Como Bouvard y Pécuchet en su guarida, el señor Henri construye y funda a su manera el saber universal, mientras «lee la enciclopedia a diario para tener informaciones imprescindibles» sobre los temas más diversos y, tan sólo aparentemente, peregrinos.

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