MÁS REALIDAD, Miguel Ángel Arcas

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MIGUEL ÁNGEL ARCAS, Más realidad, Pre-Textos, Valencia, 2012, 68 páginas.

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Tú me interesas más que la verdad.
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La oscuridad es un cadáver,
y no sabes de quién.
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Un beso es un caballo de Troya.
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Cuando la rutina alcanza prestigio
la llaman Eternidad.
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La rectitud siempre termina torciendo las cosas.
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La memoria es lo que queda después de olvidar.
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Una máscara
no esconde un rostro, esconde una herida. 

EL OLOR DEL AGUA, Ricardo Vírhuez Villafane

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RICARDO VÍRHUEZ VILLAFANEEl olor del agua, Editorial Pasacalle, Lima, 2012, 80 páginas.

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ARTISTA

   Cuando terminó de colorear el enorme y hermoso paisaje, el pintor descubrió que no podía salir de su lienzo y se ahogó entre el río y los árboles que él mismo había pintado.

EL MAGO, Ryunosuke Akutagawa

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RYUNOSUKE AKUTAGAWA, El mago. Trece cuentos japoneses, Candaya, Barcelona, 2012, 192 páginas.

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Además de "la fluidez expresiva de su prosa", Ednodio Quintero destaca en Akutagawa "su capacidad de generar emociones, su estilo inconfundible basado en la perfección de la forma y su profundo conocimiento de lo humano"; una suma de logros narrativos cuyo resultado ha llegado a influir en la obra cuentística de autores como Borges, Hemingway o Salinger.


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PANTANO


   Camino a orillas de un pantano.
   No sé si es de día o de noche. Sólo alcanzo a escuchar el canto de una garza azul, oculta en algún sitio, y apenas vislumbro el cielo, a medias iluminado, entre las copas de los árboles cubiertas por la hiedra.
   Cañas que superan mi estatura cubren, como con cautela, la superficie del pantano. El agua, las plantas acuáticas, todo está inmóvil, al igual que los peces que se esconden allá en las profundidades —¿O será acaso que no hay peces en este lugar?
   No sé si es de día o de noche. Durante los últimos cinco o seis días sólo he estado caminando a orillas de este pantano. Una vez, el aroma del agua y las cañas, mezclado con la luz fría del alba, me envolvió por completo. También recuerdo que en otra ocasión el croar de las ranas fue despertando una tras otra las estrellas que se habían quedado dormidas entre las copas cubiertas de hiedra.
   Estoy caminando a orillas de un pantano.
   Cañas que superan mi estatura cubren, como con cautela, la superficie del pantano. Desde hace mucho tiempo yo sabía que existía un mundo fabuloso más allá de esa tupida cortina de cañas. En este instante, desde aquel apartado lugar me llega a los oídos, sin cesar, la melodía Invitación au Voyage. Ahora que la escucho, también creo percibir, en medio del aroma que emana del agua y de las cañas, la dulce fragancia de miel irradiada por la tonada de “La flor de nomeolvides de Sumatra”.
   No sé si es de día o de noche. Durante los últimos cinco o seis días he caminado en estado de ensoñación entre los árboles cubiertos por la hiedra, añorando ese mundo fabuloso. Sin embargo, es hora ya de tomar la decisión de avanzar hacia el fondo del pantano en busca de “la flor de nomeolvides de Sumatra”, pues desde esta orilla sólo se alcanza a vislumbrar la superficie serena del agua entre las cañas. Por fortuna, hay un sauce viejo en medio de las cañas, con la mitad de las ramas a ras del agua. Desde allí me podré lanzar sin dificultad alguna hacia el fondo del pantano, donde me debe aguardar ese mundo fabuloso.
   Al fin, me he lanzado con temeridad desde el sauce hacia el fondo del pantano.
   He escuchado los susurros de las altas cañas en el aire, los murmullos del agua, el temblor de las plantas acuáticas. Los árboles cubiertos de hiedra, que cobijan a las ranas que no cesan de croar, parecieran estremecerse en estado de alerta. Mientras me voy hundiendo como una pesada roca hacia el fondo, tengo la sensación de que un enjambre de llamas azules revolotea vertiginosamente a mi alrededor.
   No sé si es de día o de noche.
   Mi cadáver yace sobre el lodo viscoso que se extiende en el fondo del pantano. A su alrededor y hasta donde alcanza la vista sólo se ve agua azul. ¿Me he equivocado al suponer que existía un mundo fabuloso bajo la superficie del agua? Quizá la melodía Invitación au Voyage la emitían las hadas ocultas en el pantano con el único propósito de atraparme con sus artimañas. Sin darme tiempo para extraer alguna conclusión, un tallo fino comienza a crecer, con asombrosa rapidez, desde la boca de mi cadáver. Tan pronto como alcanza la superficie, un capullo fresco se abre y deja ver una hermosa flor de nenúfar en medio de las cañas que cubrían el pantano impregnado por el aroma de las plantas acuáticas.
   Así que éste es el mundo fabuloso que tanto he añorado —con esta reflexión, mi cadáver permite boca arriba con la mirada fija en la flor de nenúfar, que semeja una joya flotante allá en la superficie.

DE VAMPIROS Y OTROS ASUNTOS AMOROSOS, Alfons Cervera

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ALFONS CERVERA, De vampiros y otros asuntos amorosos, Montesinos, Barcelona, 1984, 130 páginas.

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RETRATO DE FAMILIA CON HIJO

   Allí estaba la foto: los rizos de la época, el color sepia de los pómulos, el hombre al lado, con los gestos robustos y la mirada perdida en el infinito. La acarició una vez más, echó mano del hierro de levantar las brasas y golpeó con fuerza la horma de sus zapatos embarrados 
   (los recordaba en la laguna cenagosa, revolcándose desnudos, golpeándose creía él cuando excitados rodaban entre el fango y ella le acariciaba brutalmente todo el cuerpo, y luego él la envolvía en un abrazo igualmente irracional hasta hacerla gritar de dolor creía él y más tarde, huído ya hacia la casa, los veía llegar agotados, rápidamente meterse en el baño y escuchaba, al instante, las risas y otra vez los gritos de dolor creía él culminando la batalla entre el agua perfumada de azules)

   la acarició una vez más cuando escuchaba de nuevo, aun después de haber pasado tantos años, los mismos gritos en la habitación del piso superior. Apagó el cigarrillo rubio en la repisa enladrillada y arrojó con rabia la foto donde las llamas. Ascendía, ahora, parsimoniosamente, las escaleras señoriales y alcanzaba, ya, la puerta que cerraba los gritos a la casa: penetraba y, por qué, sintió que alguien decía con los ojos asustados, ya estaba llenando de sangre los dos cuerpos desnudos que, hermosos aún, se agitaban amablemente entre las sábanas de encaje.

TRABALENGUERO, Valentín Rincón, Gilda Rincón & Cuca Serratos

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VALENTÍN RINCÓN, GILDA RINCÓN & CUCA SERRATOS, Trabalenguero, Nostra, México, 2005, 145 páginas.
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En Introducción para los más chicos (p. 6) se dice de los trabalenguas: "No son para que sufras sino para que te diviertas." En Introducción para los más grandes (p. 7) se recuerda que desde tiempos inmemoriales a los seres humanos les ha gustado jugar con el lenguaje: rimas, métrica..."En la poesía japonesa, por ejemplo, se observa que la aliteración guía más al poeta que la rima y para muestra de lo anterior están los haikus". Además de recoger trabalenguas populares en México, los autores también aportan sus propias creaciones. El libro se beneficia notablemente del grafismo de Alejandro Magallanes. 
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Pablito clavó un clavito en la calva de un calvito, en la calva de un calvito, un clavito clavó Pablito.
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En tres trastos de trigo tres tristes tigres trigo tragaban, tigre tras tigre, tigres tan tristes trigo tragaban.
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Cuando cuentes cuentos, cuenta cuántos cuentos cuentas.
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Un burro comía berros y el perro se los robó, el burro lanzó un rebuzno y el perro al barro cayó.
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El amor es una locura que ni el cura la cura y si el cura la cura es una locura de cura.
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Los cojines del obispo, los cajones del alcalde, ¡qué cojines, qué cajones, los cojines del obispo, los cajones del alcalde!
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LEYENDA

Filiflama alabe cundre
ala olalúnea alífera
alveolea jitanjáfora
liris salumba salífera.

Olivea oleo olorife
alalai cánfora sandra
milingítara girófora
ula ulalundre calandra.
Mariano Brull
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LA BRUJA, PIRUJA

Ésta era una bruja, piruja piruja,
de puento pito puja de pompa pirón,
que tenía dos hijas, pirijas pirijas,
de puento pito puja de pompa pirón.
Una iba a la escuela, piruela piruela,
de puento pito puja de pompa pirón.
Otra iba a la música, pirúsica pirúsica
y este cuento se acabó.

VIAJE IMAGINARIO AL ARCHIPIÉLAGO DE LAS EXTINTA, Susana Camps Perarnau

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SUSANA CAMPS PERARNAU, Viaje imaginario al Archipiélago de las Extinta, Talentura, Madrid, 2013, 64 páginas.

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FINIS TERRAE

   Le acompaño en el sentimiento. Un abrazo, un par de besos. Ahora a seguir adelante. Besos, una mano. La vida sigue. Tenemos que ser fuertes. Una caricia en la cara, fuerza (pero no hay sentimiento que acompañe). Un abrazo, condolencias... La fila se va agotando. Un par de besos más y termino, llego al final de la cinta transportadora. No sé qué hay después, todos han ido cayendo al vacío: la cadena de montaje termina en cascada. ¿O tendrán razón los que creen en la esfericidad?..

TURRIS EBÚRNEA O LA REINA DEL PAPAGAYO, Francisco Xabier de la Colina Unda

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FRANCISCO XABIER DE LA COLINA UNDA, Turris ebúrnea o la reina del Papagayo, Huerga & Fierro, Madrid, 1998, 302 páginas.

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EL LUNAR


   Cuando nació aquella preciosa niña el padre se puso muy contento, pues era de una belleza deslumbrante; tan perfecta y acabada que él anheló, y creyó, que no cambiaría nunca. Deseaba que se quedase para siempre como aquella cabeza, antigua y degollada, de la muñeca alemana de porcelana que él tenía tras el cristal de la alacena donde se alineaban algunos de sus libios lujosos.
   Siempre concibió tener una hija así, rubia y de tez dorada y transparente. Por fin, después de varios hijos atezados y oscuros, que sin duda salieron a la madre (una guapa y morena mujer), había venido esta criatura perfecta. Sólo que su entusiasmo estaba limitado; diríamos, mejor, aminorado, por la presencia en la mejilla de la niña, cerca de la orejita, de un pequeñísimo lunar marrón que con el tiempo crecía de una manera casi imperceptible pero continuada.
   Tanta fue su obsesión por aquel lunar, que le llevó a consultar secretamente esta anomalía de la piel a un médico amigo. Éste le tranquilizó asegurándole que a una cierta edad, cuando cesase el crecimiento de la niña, esta maculita no sería mayor que una lenteja y que, incluso, embellecería su rostro aún más. Calmose el padre que, al posar sus ojos sobre tan linda carita, hacía abstracción del inoportuno lunar, encontrándola cada día más bella. Como la niña crecía que era una bendición —esbelta y dorada— sus temores se disiparon completamente y no prestó más cuidado a esa manchita, insignificante dentro de la total hermosura del conjunto.
   Sin embargo la vida trae, a veces, ritornelos curiosos. El padre que hacía mucho tiempo no había vuelto a ver a una antigua novia suya, rubia y de cutis ambarino, se la encontró casualmente. Al saludarse y besarse, como es frecuente entre viejos conocidos, vio con asombro (pues lo había olvidado) que en la mejilla derecha ella tenía un lunar exacto al de su hija, y en el mismo sitio. Entonces recordó todo; la gran pena que sintió al dejar a la muchacha, y la causa: no haber podido superar la aversión a aquel lunar, islote oscuro en el que brotaba, cual levísima palmera de un oasis, el filamento de un feo, largo y negro pelo. Algo de aquel amor truncado reverdecía misteriosamente en el rostro de su hija en forma de lunar. ¿Era una venganza del Destino o una huella que sobrevivía? Sintió un vago remordimiento.
   Pero como en los cuentos (en los buenos cuentos de antaño) a partir de esos días de purga (¿purga de un pecado no cometido?), un extraordinario y, a la vez, natural acontecimiento ocurrió: el oscuro botoncito, el lunar ominoso en la mejilla de su hijita fue desapareciendo sin dejar rastro.
   El mismo no-rastro de lisura que el viento deja en la arena del desierto.

CUENTOS DE LA INDIA, Alejandro Gorojovsky (editor)

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ALEJANDRO GOROJOVSKY, Cuentos de la India, Vergara, Buenos Aires, 2001, 170 páginas.

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En Palabras preliminares (pp. 9-13), Gorojovsky, advierte que en los relatos por él compilados "predomina la intención de comunicar una enseñanza mística o iniciática". Trascendiendo esa pretensión religiosa, perviven, gracias a la tradición oral, en la cultura India y en la de otros países. 
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LA LLAVE DE LA FELICIDAD

   El Divino se sentía solo. Para mitigar su soledad creó unos seres que pudieran hacerle compañía. Lo logró hasta que, cierto día, estos seres encontraron la llave de la felicidad, siguieron el camino hacia el Divino y se reabsorbieron en Él.
   Dios se quedó triste, nuevamente solo. Reflexionó, Llegó a la conclusión de que había llegado el momento de crear al hombre, pero temió que también pudiera descubrir la llave de la felicidad y encontrar el camino hacia Él. Si eso ocurriera, volvería a quedarse solo. Siguió cavilando. La solución era encontrar un lugar suficientemente recóndito donde ocultar la llave de la felicidad para que el hombre no la hallara, La elección de ese lugar debía ser sumamente cuidadosa. Primero pensó en ocultarla en las profundidades del océano. Luego, en una caverna de los montes Himalayas. Después, en un remoto confín del espacio sideral. Sin embargo, ninguno de estos lugares le satisfizo por completo: todos le parecían poco seguros. Pasó la noche en vela mientras trataba de resolver cuál sería el lugar indicado para ocultar la llave de la felicidad.
   El hombre, guiado por su curiosidad y sed de conocimientos, terminaría descendiendo hasta lo más abismal de las profundidades del mar: allí la llave no estaría segura. Tampoco lo estaría en una solitaria gruta de los Himalayas. Antes o después algún espíritu aventurero exploraría esas inhóspitas alturas. Ni siquiera estaría bien oculta en los vastos espacios siderales, porque llegaría finalmente el día en que el hombre pudiera surcar todo el universo.
   Las horas pasaron. El sol que comenzaba a disipar la bruma matutina encontró al Divino preguntándose aún dónde ocultarla. Súbitamente halló la solución: descubrió el único lugar en el que —no tenía dudas— el hombre no buscaría la llave de la felicidad: dentro de sí mismo. Fue así como creó al ser humano y en su interior colocó la maravillosa llave.

DE INFIDELIDADES Y DEMÁS YERBAS, Enrique Tamay

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ENRIQUE TAMAY, De infidelidades y demás yerbas, 5esquinas, Chimbote, 2010 (2006), 32 páginas.

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SENTIDO DEL OLFATO

Le dije a la viuda que el color negro no matizaba con su piel lozana, y fue suficiente.

DESHISTORIAS, Pedro Arturo Estrada

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PEDRO ARTURO ESTRADA, Deshistorias, Cuadernos Negros, Calarcá, 2012.

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LA CALLE

   Cuando tomó por la vieja calle —a esa hora irregular—, rumbo a su casa, algo en su corazón más que en su mente le advirtió del peligro. Sin embargo, la costumbre, la inercia o esa extraña fascinación que experimentan los suicidas, le hizo avanzar casi tranquilo bajo la luz exigua de una lámpara, a través del silencio sólo disturbado por el eco de sus zapatos. Cuando se dio cuenta, notó entonces que aquel no era más su rumbo de siempre. Ahora, hipnotizado, caminaba descalzo —ya no había ningún eco—, sobre la superficie antigua y terrosa de su olvidada callejuela de infancia: alcanzó a advertir la vieja casa, la puerta abierta y de nuevo, como la primera vez, el mismo, oscuro abandono.

CARICATURAS Y RETRATOS, Julio Camba

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JULIO CAMBA, Caricaturas y retratos, Fórcola, Madrid, 2013, 192 páginas.

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Teñidos, a pesar de tomar como punto de partida la realidad, por una original y reconocible "impresión subjetiva", sobre esta colección de textos explica al final de su prólogo el editor, Francisco Fuster: "Se puede decir que a través de estos artículos el autor nos quiso contar cuál era su forma de ver a algunos escritores y pensadores de su época, pero terminó mostrándonos cómo era él mismo. Estas semblanzas nos muestran treinta maneras distintas de ser; treinta maneras de ser Julio Camba."


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PAUL VERLAINE

   M. Paul Verlaine está invitado para el jueves a un «té poético» en casa de la duquesa de Rohan. Es de suponer que habrá pastas, y si Verlaine viviese todavía se las comería todas. ¡El pobre Verlaine! Por fin, va a entrar en la buena sociedad. Ya puede irse al Barrio Latino, que no le coge tan lejos del cementerio, y ver si encuentra por allí alguna amiga que le limpie las manchas de la levita.
   ¿Cómo se le habrá ocurrido a la duquesa la idea de invitar a Verlaine? Comoedia, que es el periódico en donde aparece la curiosa revelación, se extraña de que la ilustre dama ignore la muerte del poeta; pero yo creo que no la ignora. Si ella supiese que Verlaine vivía, ¿cómo iba a cometer la tontería de llevarle a su casa? ¡Bonito papel iba a hacer en un salón aquel pelmazo de Verlaine! Seguramente llegaría borracho, mascando una de esas pipas apestosas que hemos visto los escritores madrileños os en la colecclon de Alejandro Sawa, y más pronto o más tarde metería la pata. Para mí que la duquesa estaba completamente segura de que Verlaine había muerto. De lo contrario, en vez de invitarle a un té, le hubiese pagado un bistec con patatas, y Verlaine se lo hubiese agradecido más.
   De un modo o de otro, Verlaine está invitado, pero se supone que no asistirá. Por primera vez, un poeta va a despreciar un convite. La invitacion, que aparece autógrafa en el periodico Comoedia, esta dirigida a nombre de M. Eugenio Tasquelle, el editor de Verlaine, que, mejor alimentado, vive todavía. ¡Como ese Verlaine no tuvo nunca domicilio!… Cuando llegaban los primeros fríos se dirigía al hospital, y desde este su «palacio de invierno» mandaba pedir dinero a los editores. «Mándeme usted algo —le decía a uno— para evitar que me muera mucho de hambre.» Pero ahora el poeta tiene domicilio propio, lo mismo que si supiera ganarse la vida. Allí está, durmiendo la última borrachera, y allí puede, si quiere, hasta permitirse el lujo de dar reuniones. Las únicas reuniones posibles entre poetas y gentes de mundo. Por lo demás, a mí no me extraña gran cosa el que la duquesa de Rohan haya cursado para sus tés esa invitación a ultratumba. Don Segismundo Moret quiso, hace años, que Macías Picavea tomase parte en una velada del Ateneo, y Macías Picavea ya hacía tiempo que estaba muerto por aquel entonces. En cuanto a Verlaine, ¿quién sabe qué es lo que la duquesa de Rohan ha leído acerca de él? Cuando se muere un poeta, los periódicos dicen siempre que no se ha muerto. «No, no ha muerto el poeta; sus versos vivirán siempre.» ¡No ha muerto el poeta!… ¿No se ha de haber muerto, si lo han matado ustedes de hambre? En el caso de Verlaine se puede asegurar que el poeta ha muerto, y a su muerte han contribuido los periódicos, que no le tomaban trabajos, tanto como los editores, que casi no le pagaban.Pero no hay que recordar las amarguras pasadas.
   Pero no hay que recordar las amarguras pasadas. Con la aristocrática invitación se le abre ahora a Verlaine un porvenir espléndido. La duquesa de Rohan, que es autora de un libro de versos muy elogiado por la crítica francesa, preside actualmente un Jurado que va a dictaminar sobre obras literarias. Hágase amigo suyo Verlaine. No cometa muchas incorrecciones en el salón, no fume la pipa, no escupa en las alfombras, no se meta el dedo en las narices... ¡Quién sabe! Tal vez le premien algún soneto.

FISURAS EN EL AIRE, Araceli Esteves

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ARACELI ESTEVES, Fisuras en el aire, Eugenio Cano editor, Madrid, 2013, 144 páginas.

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"El azar, el amor, la enfermedad, el deseo, la locura, el viaje, la familia, la pareja, el miedo, el tiempo, la maldad, la depresión, la euforia": son algunos de los temas que Flavia Company, en su prólogo, señala que contiene esta colección de microrrelatos, 102 "píldoras de verdad" que alivian la necesidad de extrañarnos ante el mundo, de redescubrinos a través de la buena literatura.

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EL OTRO

   Cambié por ella, para parecerme al hombre que siempre quiso ver en mí. Abandoné mis costumbres y me adapté a sus horarios, dejé de frecuentar amistades que a ella le molestaban. Ahora por las noches me busca melindrosa, se acerca a soplarme detrás de la oreja para que me disuelva, para mezclarme con ella y vaciarnos los dos en un nuevo organismo que nos acoja y nos contenga. Labios y brazos, piernas y sexos enroscados formando parte de una sola criatura de movimiento suave y jugoso. Busca inútilmente aquello que conseguíamos cuando yo era yo.

LUNA DEL SUBURBIO Y OTROS RELATOS, José Díaz Fernández

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JOSÉ DÍAZ FERNÁNDEZ, Luna del suburbio y otros relatos, Renacimiento, Sevilla, 2013, 192 páginas.
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En José Díaz Fernández, entre la razón y el corazón (pp. 9-32), el editor Alonso López Alfonso apunta sobre este necesario rescate de Renacimiento: "Se intenta proporcionar al lector una edición lo más completa posible, que no seguramente exhaustiva, de la narrativa breve de un autor que se movió con soltura [...] en la corta distancia del relato, el cuento y la novela breve". Una recuperación para dar brillo a una obra no tan menor, opacada por el merecido reconocimiento de sus novelas El blocao (1928) y La venus mecánica (1929).
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LA AMADA DEL MAR

   El cuerpo blanco de Leocadia, en la alfombra verde y acerada del mar, tenía seducción maravillosa. Todos los días la poseía el mar. Cuando iba hacia él la recibía alborozado, como si las olas al unísono dijesen una letanía de amor: al resbalar por las aguas los piececitos de Leocadia, que fingían dos conchas buriladas, el mar temblaba de deseo como un amante, y como si amante fuese, iba poco a poco aprisionándolacaricioso, explorando las divinas turgencias, meciéndola con dulzura inefable y acariciándole no se sabe qué madrigales prodigiosos. Después, cuando Leocadia tiritaba de un placer extraño y todo su cuerpo sentía el encanto de ignoradas y supremas delicias, el mar, jadeante, parado a veces como saboreando el momento único, rugiendo después anhelos renovados, estrechaba su cuerpo, lo alzaba, lo mordía. Y Leocadia era otra: brillaban sus ojos azules, su boca tenía un rictus de ansia, las aletas de su nariz venteaban y tramaba toda como una cuerda vibrante y tensa.
   Esto era un cuarto de hora.
   Luego el mar, satisfecho, se estaba quieto como meditando. Leocadia, nadaba, nadaba, nadaba, embrujada por el mar, como en sueños. Muchas veces tenían que llamarla las amigas desde la playa:
   —¡Leocadia, mujer; no seas loca, ven!
   Entonces la bella, como si despertase, volvía hasta la playa riendo.
   —Nunca me doy cuenta y, nada que nada, me alejo.
   —Un día te vas por la barra —le decían las amigas.
   Su risa de cristal alegraba entonces la playa. Volvía a ser la Leocadia niña, ruborosa, alada, elegantísima. Los hombres desde el Pretil de los acantilados enfocaban los gemelos hacia ella. Y alguno miraba con rencor al mar.
   ***
   Aquella mañana el mar se había vestido de azul y de sol para recibir a Leocadia y conducirla a una romería de amor; casi no se movían las olas.
   El grupo de niñas blancas, entre las cuales iba Leocadia, gorgeba como una bandada de jilgueros entre las frondas. Al sentir el mar a a Leocadia se estremeció; Leocadia miró al mar y su pecho de virgen gentil se inquietó bajo las sedas.
   El mar la recibió quieto, retraído, como amante celoso que espera de la amada una explicación. Leocadia se esponjaba en el mar con más delectación que nunca, lo excitaba promoviendo un cerco de espuma, se tendía en el mar esperando el abrazo. Y el mar seguía quieto. Entonces Leocadia comenzó a nadar hacia la lejanía. Oyó sin darse cuenta las voces de sus amigas que la llamaban desde la playa.
   —¡Leocadia! ¡Leocadia!
   Pero Leocadia no hacía caso; iba ya rebasando las rocas de la barra. Volvió a tenderse e incitar al mar... Y el mar seguía quieto. Entonces nadó de nuevo; rebasó la barra, dejó atrás el faro...
   De pronto estalló el mar en un ímpetu; abrazó a Leocadia, la sumergió, le hizo un trono de espuma para el cuerpo blanco... Leocadia, suspiraba de gozo, se daba toda. Y el mar arreció en sus bárbaras caricias, y como si estuviese loco de amor trituró a Leocadia arrojándola contra las peñas, que la despedazaron...

EL LIBRO DE LOS SUEÑOS Y LOS FANTASMAS, Andrew Lang

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ANDREW LANG, El libro de los sueños y los fantasmas, Erasmus, Barcelona, 2012, 202 páginas.
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Traducido por Carlos Vendrell, edita Erasmus este libro del folklorista Andrew Lang (1844-1912), quien enhebra con sus comentarios y sagaces interpretaciones un rosario de relatos, de fuentes diversas, sobre sueños y fantasmas.
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EN TORNO AL CRIMEN DEL SARGENTO DAVIES

   Vive actualmente en el vecindario de... una anciana dama de unos setenta años de edad. Su nombre de soltera es... y nació en Braemar, aunque dejó la comarca a los veinte años y no ha regresado jamás ni para hacer una visita. Al ser preguntada sobre si había oído la historia del sargento Davies, al principio lo negó rotundamente Le leí la versión habitual del suceso y ella escuchó tranquila hasta el final, entonces dijo:

   «En absoluto ocurrió así, porque los asesinos fueron vistos: un antepasado mío los vio. Había salido a cazar un ciervo llevándose un perro de caza. Vio a los hombres en la colina haciendo algo y, creyendo que habrían cazado un ciervo, fue hacia ellos. Cuando estuvo muy cerca, su perro empezó a correr hacia delante, y él vio entonces qué era lo que hacían. Llamó entonces al perro y se dispuso a huir, pero enseguida vio que eso era un error pues sirvió llamar la atencion sobre el. Los hombres le dispararon e hirieron al perro. Corrió a casa lo más rápido que pudo sin mirar nunca atrás y sin saber, por lo tanto, hasta cuándo los hombres le habían perseguido. Algún tiempo después, el perro regresó a casa, y cuando mi pariente quiso comprobar sus heridas, el animal se le echó encima, por lo que tuvo que matarlo. Pensaron que trató de vengarse de su dueño por haberle dejado atrás».
   En este punto la anciana pareció advertir que estaba contando la historia que anteriormente había dicho que no conocía y se calló. El apellido de la dama que conocía un secreto oculto durante ciento cuarenta y cinco años coincide con el de un testigo del juicio. El asunto, en conjunto, es muy característico de la justicia escocesa tras Culloden y el veredicto de «no culpable» evidencia el triunfo del sentido común en el siglo XVIII.

CUENTOS DE MEDIANOCHE, Luis del Val

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LUIS DEL VAL, Cuentos de medianoche, Algaida, Sevilla, 2006, 260 páginas.

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UN PERRO PELIGROSO

   Vivía sola desde hacía mucho tiempo, y su única compañía era un bóxer que le había regalado una vecina. Ella no tenía más de sesenta años, pero el cultivo de la misantropía y las rarezas le habían agriado el carácter, así que sólo salía a la calle para pasear al perro y hacer la compra
   Hablar, lo que se dice hablar, sólo hablaba con el perro, un largo monólogo a través del cual le reprendía, le alababa y, también, le contaba las cosas que le ocurrían y lo que pensaba de ellas. El perro la escuchaba con atención, como si pudiera entenderla, y a ella se le fueron dulcificando algunas de sus rarezas.
   Un día, el perro volvió de la terraza sin haber hecho caso de la comida, y ella, en su melopea habitual, fue desgranando en voz alta las causas por las que el perro podía haberse dejado el plato. Y entonces el perro, de espaldas, dijo: «Me estoy meando, sácame a la calle».
   Ella obedeció sin rechistar. Lo sacó a la calle y, al volver, le dijo a la vecina que el perro le había hablado. Quiso hacerle una demostración, pero por más que lo intentó, el perro permaneció mudo.
   Sin embargo, en casa cada vez hablaba más. Le dijo que no le gustaba el pienso compuesto, que había una perra enfrente que estaba en celo, que hacía frío en la cocina... La verdad es que el perro hablaba mucho.
   Ella trató de hacérselo saber a una emisora local, escribió cartas a la Sociedad Protectora de Animales y lo contó en todas partes, pero nadie le hizo caso, porque el perro, si ella no estaba sola, no hablaba. Le empezó a pegar por hablar sólo con ella, y el perro le replicó que si le seguía pegando, contaría todo lo que sabía de ella. Y algo debía saber el perro porque ella, asustada, dejó de pegarle.
   Se volvió loca. La impotencia por no poder demostrar lo que era tan evidente, que el perro hablaba, la sacó de quicio y comenzó a ladrar por las noches y a morder a los vecinos.
   La metieron a la fuerza en la ambulancia. El perro, dos días después, consiguió salir del piso, arañó la puerta de la vecina y cuando ésta abrió, le dijo: «Tengo hambre».
   A los tres meses, la vecina también fue recluida en un sanatorio psiquiátrico: se había empeñado en que el perro de la vecina sabía hablar.

ARTE DE LA BREVEDAD, Jorge Dávila Vázquez

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JORGE DÁVILA VÁZQUEZ, Arte de la brevedad, Libresa, Quito, 2001, 178 páginas.

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LOS HORÓSCOPOS CAMBIANTES
a Paco Febres Cordero

   —Yo era Libra —dijo uno—, pero ahora soy Sagitario. He pasado del equilibrio al riesgo, a la agresividad.
   —Yo, Leo, y ahora Acuario —contó otro—. Tenía un carácter fuerte, indomable, y ahora soy manso, fluyente, humilde y hasta sensible.
   —Fui Géminis —se rió una mujer—, tenía siempre dos posibilidades, dos amores, dos mundos, y ahora soy Virgo, ya pueden imaginarse lo reeatada que me he vuelto.
   Todos rieron. Alguien se volvió al recién llegado:
   —¿Y usted?
   —Yo soy Capricomio —confesó con una especie de vergüenza.
   —Era —dijeron al mismo tiempo dos voces—. Y hubo un corito de risas.
   —No —aseguró él, con ima cierta firmeza, en medio de su timidez—, soy, nací un dos de enero hace cuarenta años.
   —Era, volvió a reír alegremente todo el grupo.
   Y un poco más lejanamente, escuchaba como un eco: nació.
   —Ahora es un Tauro —afirmó con seguridad la mujer—, no ve que estamos a fines de abril y acaba de llegar, ¿no?
   Le miraron el desconcierto y volvieron a reírse, pero luego, con una especie de piedad, explicó uno:
   —Las cosas cambian con la muerte, por eso decíamos antes que fuimos un signo y ahora somos otro; yo, por ejemplo morí un treinta de junio, soy un muerto Cáncer y había nacido un primero de marzo, era un Piscis.
   —¡Un muerto Cáncer! —rió alegremente la mujer.
   Todos se unieron a ella, y el Tauro reciente, sin saber por qué, sintió que era ya parte del grupo de dueños de un nuevo signo zodiacal.

LOS PENSAMIENTOS DEL TÉ, Guido Ceronetti

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GUIDO CERONETTI, Los pensamientos del té, Muchnik, Barcelona, 1994, 155 páginas.
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Recoge Ceronetti en este libro sus reflexiones surgidas en el momento de reflexión que acompaña a la liturgia del té.
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Lo que los hijos no deben saber jamás es que se les ha hecho nacer.
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El agresor se huele las reservas de miedo que no sabemos mantener sepultadas.
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Cuatro piernas bajo una sábana: troncos de árboles talados, a la espera de ser cargados y posteriormente cepillados y transformados. Por la mañana,  fíngense verticales para demorar su transporte.
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—Tantas paredes, ¿para qué?
—¿Contra qué golpearían si no las cabezas?
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No mueras. Entra en la victoria profunda del olvido.
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A los cuerpos los une el placer, a las almas la pena.
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El amor es como el agua en un agujero y necesariamente termina en un agujero en el agua. Un agujero flota en el agua; la vis amoris nos atrae al fondo, del que emergemos vivos y anegados.

MALETAS LIGERAS, Hanzel Lacayo

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HANZEL LACAYO, Maletas ligeras, Parafernalia Ediciones Digitales, Managua, 2012, 192 páginas.

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SEDANTE

   Luego de ser acorralada, la oveja ultimó saltar de un lado a otro sobre la cerca hasta que uno a uno los lobos se quedaron dormidos.

LOS FILOS DE LA CULPA, Estefanía Paéz Jiménez

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ESTEFANÍA PÁEZ JIMÉNEZ, Los filos de la culpa, Lucrecia Editorial, Santiago del Estero, 2012, 80 páginas.

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EL DISPARO


   Dispárame —gritó Máximo, arrodillándose trabajosamente sobre el pavimento aún húmedo. Esa tarde había llovido más que en cinco siglos.
   Su hermana —una pequeña de cinco años—, ubicada frente a él, lo observó con la mirada extraviada en pensamientos.
   La esquizofrenia había terminado con él antes que la bala disparada por un arma que una niña no podía tener, ni tenía, alcanzara su frente.

300, CAMILO DE ORY

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CAMILO DE ORY, 300, El Gaviero Ediciones, Almería, 2011, 92 páginas.

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No es que vaya por ahí comportándome como un idiota sin criterio: es que mi vida no está bien narrada. 
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Reprocho a los autores de la Biblia el no saber que MARÍA es una GALLETA y no una MAGDALENA.

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Hago notar a los degustadores de señales ultraterrenas que las cinco vocales están ordenadas alfabéticamente. 
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Llamarse Botín y poner un banco es como llamarse Desgarro Anal y poner una guardería.
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Recobré la conciencia cuando un lobo me lamía la cara, y sonreí sin reparar en que el animal sólo trataba de ablandar la carne para comérsela.
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Dado que la tostada va a pasar a mejor vida, se puede decir que la estoy extremauntando. 
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La vaca es un lobo para el prado.

CUENTOS DE AMOR DE LA ANTIGUA INDIA, Enrique Gallud Jardiel

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ENRIQUE GALLUD JARDIELCuentos de amor de la antigua India, Hiperión, Madrid, 2005, 184 páginas.
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Como Criterios de esta edición (p. 13), Enrique Gallud Jardiel señala la pretensión de inteligibilidad para el lector occidental, la condensación de motivos y la "variedad, esa palabra mágica del estilo". El resultado de esta cuidada tarea de redacción y selección puede leerse en unas páginas que suponen una exquisita muestra de la narrativa amorosa de la India.


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UN VÍNCULO INMORTAL

   El amor no sólo ata a los mortales. Todas las criaturas del universo pueden sentir sus efectos. Grandes hazañas y grandes pecados se han cometido por su causa. Lo cierto es que esta pasión no conoce leyes y, cuando surge, nada respeta. Ejemplo de ello es la siguiente historia.
   En el país de Magadh vivía el rey Indradyumna, cuya esposa era tan bella como la luna. Su nombre era Ahalya.
   Los cónyuges fueron felices en su unión hasta que la reina concibió un insensato amor por Indra.
   Indra era el más poderoso de los dioses, el rey de los cielos. Tenía fama de valiente y justiciero y todas las criaturas le reverenciaban. Pero su condición divina no le impidió verse apresado por un amor considerado deshonesto.
   Ahalya había escuchado alabanzas del dios en boca de muchos mortales, y, llena de curiosidad, quiso conocerle. Mediante la intervención de una de sus criadas de confianza, la reina consiguió burlar la vigilancia de su marido y conducir a Indra hasta sus aposentos, donde ambos reconocieron su mutuo amor y cayeron uno en brazos del otro.
   Desde aquel día su amor se fortaleció y, de esta manera, Indra y Ahalya continuaron viéndose en secreto y disfrutando de una relación intensa y apasionada.
   Pero no habría de pasar mucho tiempo sin que Indradyumna supiera la afrenta de la que estaba siendo objeto. Ahalya estaba tan enamorada del dios que sólo pensaba en él y creía verle por todas partes. De esa manera sucedió que el nombre de Indra llegaba con gran facilidad a su labios, delatando así su amor en varias ocasiones.
   Cuando Indradyumna se percató de lo que sucedía, quiso castigar a los amantes de manera ejemplar. Hizo apostar a su guardia cerca de las habitaciones de la reina y advirtió a los soldados lo que estaba sucediendo y cuál era su cometido.
   Aquella, noche, mientras Indra penetraba por el balcón para encontrarse con Ahalya, fue apresado por los soldados del rey. Avergonzado por su conducta, el dios no quiso emplear sus poderes divinos y permitió que se le condujera ante la presencia del monarca.
   —¡Has ofendido a mi honor! —le dijo éste, cuando le tuvo ante él—. Eso es algo indigno de un hombre virtuoso y mucho más de un dios, que ha de servir de ejemplo para sus devotos.
   —Estoy de acuerdo contigo —concedió el dios—. Tu ira está plenamente justificada y sería inútil querer contradecirte. En mi defensa sólo puedo decir que, aun siendo el rey de los dioses, el amor ha sido más fuerte que mi voluntad. Por él he perdido fuerza y dignidad, hasta el punto de verme ahora en tu presencia como un mísero delincuente.
   —¿Aceptarás, pues, tu castigo? —inquirió el soberano— ¿O te valdrás de tus poderes divinos para evitarlo?
   —No sería justo hacerlo —respondió Indra—. Aceptaré el castigo que quieras imponerme y lo sufriré por la eternidad o hasta que tú desees, pues no pienso renunciar a mi amor—. Y añadió—: No podría hacerlo, aunque quisiera.
   Indradyumna mandó a los soldados que infligieran a la pareja adúltera los más duros castigos y los tormentos más atroces. Dijo a Ahalya que la perdonaría si re¬nunciaba a su amor por Indra, pero ella se negó en redondo.
   Ambos fueron entonces arrojados al agua helada; se les sumergió en aceite hirviendo; un elefante les aplastó bajo sus patas. Pero su amor era tan fuerte que la muer¬te no les alcanzaba.
   Pese a sufrir estas y otras torturas durante largo tiempo, el amor de ambos les seguía manteniendo unidos.
   —No te esfuerces, rey Indradyumna —le aconsejó el dios—. El universo entero no es nada comparado con mi amada y todos tus tormentos no harán menguar mi amor por ella. Puedes hacer sufrir a mi cuerpo, pero mi verdadero yo reside en mi mente y ella está totalmente dedicada a Ahalya y a mi amor. Nada podrás contra ella.
   El monarca reconoció en aquel momento la inutilidad de sus esfuerzos y recurrió al sabio Bharat, un asceta que había acumulado muchos poderes tras años de austeridades y penitencias. Le suplicó que lanzase sobre los adúlteros una terrible maldición que les avergonzara y acabara con su pasión.
   Bharat accedió y, como símbolo del deseo que sentía Indra por Ahalya, hizo que aparecieran en el cuerpo de éste mil heridas, que semejaban en un principio las partes íntimas de la mujer.
   Pero inmediatamente, aquellas heridas cambiaron de forma y se convirtieron en mil ojos, que dieron a su poseedor perspicacia y sabiduría.
   —Has malgastado tu poder, ¡oh, poderoso Bharat! —le increpó Indra—. Has llevado a cabo innumerables penitencias durante largos años para conseguir una fuerza que ahora malgastas intentando en vano separarme de mi amada.
   Entonces, Bharat empleó los restos de su fuerza y fulminó a Indra y a Ahalya, destruyendo por completo sus cuerpos.
   Pero los dos amantes renacieron como una pareja de ciervos, llevando una apacible vida en común.
   Cuando los ciervos murieron de vejez, reencarnaron en forma de pájaros. A la muerte de los pájaros, vinieron al mundo como humanos, se encontraron y contrajeron matrimonio.
   Y, desde ese día, debido a la intensidad del amor que sentían el uno por el otro, siguen renaciendo juntos y sus vidas estarán unidas por toda la eternidad.

HISTORIAS Y RELATOS, Walter Benjamin

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WALTER BENJAMIN, Historias y relatos, Península, Barcelona, 1997, 123 páginas.

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Edición anterior a la de Muchnik.
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EL DESEO


   Una tarde, al finalizar el sabbat, los judíos de una aldea chasídica estaban reunidos en una mísera taberna. Todos eran vecinos de la localidad, salvo uno al que nadie conocía, triste y andrajoso, que permanecía en cuclillas junto a la estufa. Los temas de conversación habían ido languideciendo, cuando surgió la cuestión de lo que cada cual pediría si le fuese concedido un único deseo. Este de acá querría dinero, aquél, un buen yerno, el tercero, un nuevo banco de carpintero, y así sucesivamente.
   Todos habían manifestado ya sus deseos y el mendigo seguía acurrucado al calor de la estufa. De mala gana y pausadamente dio también su respuesta:
   —Querría ser un poderoso rey, señor de un gran país, y que una noche, mientras durmiese en palacio, los enemigos cruzasen la frontera y, antes de que alboreara, sus huestes se abrieran paso hasta el castillo sin encontrar resistencia, que me arrancaran del sueño, no me dieran tiempo ni para vestirme, y, en camisón, tuviese que emprender la fuga. Me acosasen sin piedad por montes y valles, a través de bosques y peñascales, sin darme respiro, día y noche hasta verme a salvo sentado en este banco junto a vosotros. Esto pediría.
   Los demás se miraron unos a otros sin entender.
   —Y en resumidas cuentas, ¿qué conseguirías?
   —¡Un camisón!—fue la respuesta.

INTRALIMINAL, José Luis Moreno-Ruiz

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JOSÉ LUIS MORENO-RUIZ, Intraliminal, La Palma, Madrid, 1994, 240 páginas.

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Subtitulado (ejercicios exudatorios para virofóbicas) contiene microrrelatos y textos narrativos que acaban en una cita de la que pueden ser paráfrasis o proyección. En suma: el universo envolvente y personal que tanto complace a los lectores de Moreno-Ruiz.
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SPORTMAN

   Hiere la luz del día el cristal de mi mesa de trabajo. Los pedacitos de ceniza de cigarrillos que hay en el cristal echan un partido de fútbol. Pero como lo hacen muy mal, vierto el café con leche sobre ellos. No paso el trapo, sin embargo. Que se jodan con el campo embarrado.

LA CAJITA DE LOS ASOMBROS, Tomás Borrás

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TOMÁS BORRÁS, La cajita de los asombros, Danae, Madrid, 1946, 264 páginas.

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 ALAS DEL MISMO PÁJARO
     

   Tanto se amaban que lograron de la Suma Bondad su más ferviente deseo: ser alas del mismo pájaro. Así, jamás se separarán, unidos en un cuerpo, diferentes y libres. Bogaban por las atmósferas radiantes y cortaban en su vuelo la luz de los astros; sobre el mundo, embriagados del perfume de los bosques y de los jardines emanado hacia la altura y del sabor del mar que impregnaba las nubes. Alas del mismo pájaro, del pájaro del Amor, El y Ella, unánimes sentían esa dicha buscada de alentar y pensar hermanados, de que empujara la misma sangre el ímpetu de su acción simultáneo, de entregarse al deliquio de soñar horizontes con un solo espejismo.
   Hasta que un cazador disparó sobre el pájaro, certero. Una de las alas, cortada brutalmente, planeó por el espacio, palpitante de angustia. El pájaro, abatido, fue  botín del cazador, quien puso al mutilado en una jaula para recrearse en su dolor. El pájaro, con una de sus alas solamente, desesperábase, golpeaba los barrotes de la jaula para huir. El ala cortada iba loca por el aire en busca de su mitad; acercándose a la jaula pretendía forzar los hierros y unir su destino y su carne al prisionero. Y así vivían, sin su logro, como todos los amantes.

BOTONES BLANDOS, Gertrude Stein

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GERTRUDE STEIN, Botones blandos, Abada, Madrid, 2011, 136 páginas.
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Dividida en tres secciones (Objetos, Comidas y Habitaciones), las dos primeras contienen estas pequeñas prosas, "piezas no descriptivas concebidas como retratos verbales", con las que Stein, explica Esteban Pujals Gesalí, pretendía trasladar a la literatura los propuestas pictóricas de Matisse o Picasso.   
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ABRIGO AZUL

   Un abrigo azul lleva, un abrigo azul lleva lejos, lleva lejos, lleva lejos, lejos, es el color particular que utiliza ese largo y no tiene ancho, no es más ancho siquiera que las sombras.

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DESPEDIDA

   En el centro de un punto diminuto y casi desnudo hay algo agradable que decir hacia lo cual te guía la muñeca. La muñeca te guía.
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LECHE
   Trepar visible, trepar el conjunto extremo de agujas y de agujeros y adivinar un completo adivinar pendiente. Pendiente de la oreja.

CUENTO Y APARTE, Juan Cruz López

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JUAN CRUZ LÓPEZ, Creación Injuve. Narrativa, Instituto de la Juventud, Madrid, 2009, 99 páginas.
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En este volumen se editan el accésit (Las razones de cada cual, de Marcela Jordá Jacarilla) y el Premio Injuve de la para la Creación Joven 2009: Cuento y aparte de Juan Cruz López: cuarenta narraciones cortas lo componen.  
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INCRÉDULO

   Llegó a imaginarla tan bien, llegó a desear tanto su presencia real, que al cabo de unas horas, cuando de tan cansado empezaban sus ojos a cerrarse, y como si de una ensoñación se tratara, la vio materializarse entre las líneas de la novela de la que ella misma era la protagonista. Dando por hecho, sin embargo, que aquella imagencita no era sino producto del cansancio, cerró el libro y se fue a la cama.
   Una tarde después, cuando llegó del trabajo con toda la esperanza puesta en aquella historia que le estaba robando el sueño, abrió la novela y descubrió, entre las páginas, el cuerpecito aplastado de una mujer bellísima.

MAR DE PIRAÑAS, Fernando Valls (editor)

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FERNANDO VALLS, Mar de pirañas, Menoscuarto, Palencia, 2012, 350 páginas.

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Lejos de la complacencia, Fernando Valls, en su documentado y atinado prólogo Pirañas de agua salada pp. 9-22) advierte: "...el mayor enemigo del microrrelato, hoy por hoy compartido con la poesía, radica en su aparente y engañosa facilidad, en lo sencilla y rápidamente que cualquiera puede improvisar un texto breve... [...] Lo acecha también la abusiva utilización del ingenio, tal y como le sucede al aforismo; la confusión cansina entre "precisión" y "concisión" por un lado, y "brevedad" por otro; por no insistir una vez más en el desconocimiento del género o en lo que Borges ha denominado "la charlatanería de lo breve". Subtitulada, Nuevas voces del microrrelato español, la antología incluye relatos de sesenta y nueve autores, muchos con obra publicada (Felipe Benítez Reyes, Ángel Zapata, Hipólito G. Navarro, Gemma Pellicer...), algunos cultivadores ocasionales del género (Almudena Grandes, Ignacio Martínez de Pisón, Luisa Castro, Eloy Tizón...) y escritores a los que pronto les espera el papel: Araceli Esteves, Miguel Ibáñez, Paz Monserrt Revillo, Beatriz Alonso AranzábalRicardo Álamo, Ángeles Prieto Barba, Nuria Mendoza, Rocío Romero, Gabriel de Biurrun y Loli Rivas.      

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EVO

   Anoche soñó que en el cole volvían a llamarle gallina. Se despertó embarazado, y puso un huevo que vino a llenar el vacío que sentía por dentro. Ya en la oficina, solicitó baja por paternidad: un mes para incubarlo y cinco de debida crianza. Encaramado sobre su huevo hace patucos de punto mientras medita sobre la injusticia de una sociedad que no protege los derechos de los padres solteros. Ya no tiene trabajo, mas se siente realizado: escribirá un ensayo al respecto. 
Alberto Corujo

ESPERAN LA MAÑANA VERDE, María Rosa Lojo

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MARÍA ROSA LOJO, Esperan la mañana verde, El Francotirador, Buenos Aires, 1998, 72 páginas.

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FISTERRA, a.C.

   En la costa más extrema de Occidente se terminaba el mundo. Un hombre solo vivía allí, sobre el borde del infinito. Habituado a la altura y a la distancia inmensa, ya no podía entrar en las casas circulares de piedra, ni sostener en las manos objetos tan vulgares y nimios, como cucharas o platos de madera. Se alimentaba de los frutos marinos, su piel era indiscernible del color de las rocas y sus ojos traslúcidos brillaban en la oscuridad como los ojos de los lobos.
   Nadie volvió a dirigirle nunca una palabra humana, ya que era sagrado y tan sordo como los dioses. Murió en las cuevas del risco después de haber contenido durante medio siglo el mar y el cielo para que no vaciasen su amor desaforado sobre el amor pequeño de las casas de piedra.